Reconquista de Chile: La Guerra de Zapa. Los movimientos de Manuel Rodríguez. Parte III







Enero 1817

El ejército realista estaba compuesto de más de 4.000 hombres de tropas regulares, dividido en cinco batallones de infantería, tres cuerpos de caballería y uno de artillería, pero contaba también con más de dos mil milicianos armados. Todas esas fuerzas eran incapaces de mantener el orden dentro del territorio donde siempre existía el peligro de rebelión además de contar con la amenaza constante de una invasión ya fuera por mar o cruzando la cordillera. Marcó, tenía claro que no debía esperar refuerzos desde España ni tan siquiera de Lima por lo que debía combatir solo sin saber a ciencia cierta el punto de ataque. Pese a su idea de mantener al ejército concentrado en la capital para poder responder a un ataque directo, se vio forzado a dividir sus fuerzas en los extremos del reino tal como lo señala:

“Me veo obligado a mantener desamparadas las extremidades del territorio, por cubrir el centro de esta capital y sus proximidades, como punto que encierra toda la riqueza i toda la fuerza moral del reino i único que ocupa las verdaderas miras del enemigo, siendo conocido su ardid de hacer esas llamadas falsas con pequeños destacamentos de emigrados revolucionarios i tropas inferiores para distraer las mías e invadir aquí con seguridad”

La noche del 2 de enero pasó Rodríguez el vado de Naltahua junto con su asistente, con Ramón Paso y un tal Galleguillos que eran campesinos de la zona del Maipo y José Guzmán pequeño propietario de Lo Chancón. La armas que portaban eran: Rodríguez dos pares de pistolas, un sable y una daga; su asistente, sable y tercerola; Paso un par de pistolas; Guzmán y Galleguillos solo sus sables. Se ocultaron en los caseríos de Lo Chancón.

En la madrugada el 4 de enero Rodríguez se instaló cerca de las casas de la hacienda del Paico y sus compañeros en el camino que conduce a Melipilla. Allí apostados detenían a los transeúntes y los obligaban a dar marcha atrás para evitar que dieran la alarma en Santiago y los invitaban a participar con ellos en nombre de la patria. Antes de marchar ya eran cerca de 80 personas, armadas de chuzos, picanas y cuchillos. En el camino encontraron a un español que viajaba en carreta a la capital y Rodríguez dio la instrucción de asalto y su equipaje al saqueo.

Asalto a Melipilla

A las nueve de la mañana entraron en Melipilla gritando ¡Viva la Patria! Y disparando al aire. Rodríguez apresó al subdelegado del partido Julián Yécora y lo obligó a entregar los caudales recolectados para entregarlos, en primera instancia a quienes lo acompañaron y luego lo lanzó al aire gritando: 

“¡Muchachos! Hoy es día en que se puede gritar ¡Viva la patria i mueran los sarracenos!”

Abrió las puertas del estanco real y autorizó el saqueo. Sacó las lanzas de la villa y mandó que cada uno de sus acompañantes tomara una y el resto fueran quemadas, sus puntas lanzadas al río.

Los montoneros se pasaron el día en fiesta sin mayores contratiempos ni violencias. Allí se encontraron con don José Santiago Aldunate y doña Mercedes Rojas i Salas, hija de don Antonio Rojas quienes habían sido desterrados de Santiago. A petición del pueblo, Rodríguez libera al subdelegado Yécora pero toma prisioneros al oficial Talavera teniente Manuel Tejeros y su asistente. Pasado el día, Rodríguez decide partir para seguir con sus misiones, esta vez, planificar el asalto en San Fernando. Se lleva consigo a los prisioneros.

La noticia del asalto a Melipilla llegó a Santiago el 4 de enero y se designa una partida de 25 hombres para salir en su persecución. Estos llegaron en la madrugada del día siguiente pero no hallaron rastros de los guerrilleros. Salieron apresuradamente a dar una batida por los alrededores y tomaron prisioneros a diez de los montoneros que ya se habían dispersado. Entre ellos a José Guzmán compañero de Rodríguez. Se les mandó aplicar cincuenta azotes a cada uno para que confesaran su participación pero ninguno lo hizo.

Rodríguez y su grupo sabiéndose perseguidos huían como podían. Se refugiaban en las haciendas que encontraban y ayudados por campesinos usaban caminos internos y les entregaban comida y caballos de repuesto, pero aún así, la huida era dificultosa. Se internaron en cerros desconocidos, con hambre, cansancio y sed, animales fatigados por el esfuerzo. Los prisioneros iban a pie lo que hacía más difícil la situación. En un momento de descuido el asistente de Tejeros logra darse a la fuga poniendo aun en más riesgo la huida porque daría aviso a los perseguidores. Estaba cerca de la hacienda Chocalán y su dueña era partidaria del rey por lo que puso a disposición del gobernador todos los recursos necesarios para la pesquisa. Rodríguez se vio obligado a huir en desbandada y sin dejar testigos. En una quebrada fue encontrado el cuerpo del oficial Tejeros, fue muerto de un tiro de pistola. De esta forma, logran huir rápidamente y encontrar refugio en la hacienda Quimávida, propiedad de don Pedro de las Cuevas.

Diario Oficial de Chile durante la Reconquista Española

Mientras tanto en Santiago, se redoblan las medidas de seguridad y las condiciones son ahora de temer:

“Se recapitula las ordenanzas anteriores sobre el uso de armas, viajes sin pasaporte, tráfico a caballo durante la noche pero se agravan las penas. Los comandantes militares podrán imponer pena de muerte contra los que hicieren fuego o resistencia con arma blanca a los que los persiguen, como a los que hallaren en número superior de tres corriendo el campo con armas, en reuniones sospechosas, en aclamaciones por la patria, con cartas o correspondencias del enemigo o de cualquiera otro modo que altere la tranquilidad pública.

La misma pena impondrán a cuantos resultaren haber sido sabedores de la residencia de ladrones, salteadores i comitivas o del lugar del tránsito de aquellos i no dieron parte; a los que los auxiliaren con cabalgaduras, víveres o de otro modo; i si se justificase que algunos vecinos o hacendados, a sabiendas de su existencia en sus posesiones, no dieren pronto aviso, a mas de sufrir la misma pena de muerte i de quemarles los ranchos, casas i posesiones a los primeros, serán embargados a los segundos sus bienes para la real hacienda.

Ningún hacendado, sea de la calidad i condición que fuese, podrá permanecer en el campo, sino que deberá recojerse precisamente a esta capital o a las villas cabeceras de su pertenencia.”

La intensión de Marcó era despoblar el campo y controlar al máximo a la población. Ni los patriotas desterrados a sus casas de campo por decreto de gobierno se salvaron de esta disposición. Además se prohibía viajar en carretas cubiertas, hacer correr carros cargados en las poblaciones después de oscurecerse y los subdelegados también tenían castigo de muerte en caso de no prestar ayuda a los comandantes militares.

Rodríguez, cuyo paso siguiente era planificar el asalto a San Fernando, en su huida desde Melipilla encontró refugio en Doñihue, en el fundo Quimávida propiedad de don Pedro de las Cuevas, más conocido como el Manco Cuevas ya que había perdido varios dedos de la mano derecha mientras laceaba a unos caballos y también estaba emparentado con don Bernardo de las Cuevas, héroe muerto en Rancagua cuando fue confundido con Bernardo O’Higgins y fusilado en su lugar por Osorio.

Don Pedro de las Cuevas era dueño de una estancia inmensa y criador famoso de caballos, dio refugio, víveres y dinero a Manuel Rodriguez. Lo ocultó en su casa pese a la prohibición del gobierno y apoyó con caballos. Fueron sus animales, más de cien, los que montaron los guerrilleros durante la toma a San Fernando.

Don Pedro de las Cuevas

Con su ayuda pudo Rodríguez llegar, sin ser visto, a la hacienda de Popeta ubicada en la actual zona de Rengo, que pertenecía a don José Pedro Maturana. En este lugar se reunió con Juan Pablo Ramírez para planificar sus siguientes movimientos.

“Manuel Rodríguez se escondía en Popeta. La tradición recuerda con veneración el montículo denominado el Centinela, en donde el ilustro guerrillero tenía su observatorio y guarda, para divisar a lo lejos la llegada del enemigo, que había puesto precio a su cabeza”.

Oscar Muñoz Soto refrenda esta cita señalando que el lugar denominado El Centinela, al interior de la hacienda Popeta, existía una choza pobrísima en la cual se escondía Manuel Rodríguez. Este hecho habría sido denunciado en la época por el subdelegado de Gobierno lo que implicó la detención de Maturana, propietario de dicha hacienda.

Este autor también afirma que Rodríguez se refugiaba en los bosques de Naicura y hacia el sector de Los Maquis, realizando el trayecto por una huella que existía en los cerros de la Rinconada, hasta llegar a La Moralina.

Ricardo Latcham dice: “que Juan Pablo Ramírez le escribe a José de San Martín, el 20 de enero de 1817, lo siguiente: 

“Guzmán, mozo de Rodríguez, fue preso en Popeta con toda la correspondencia y sin embargo, de no haber confesado cosa alguna, han prendido a muchos”

Esto también confirmaría las actividades de Rodríguez en la localidad. El mismo Latcham refiere que Manuel Valenzuela Velasco, vecino de San Fernando, avisa a Rodríguez que el capitán Magallar se dirigía hacia Popeta para capturarlo.

Ya la noche del día 4 de enero de 1817, hora en que llegaron las primeras noticias de la toma de Melipilla, había salido de Santiago, tras la huella de Rodríguez, el militar español don Antonio Carrero, con un fuerte piquete militar. Pero fue en vano su esfuerzo en descubrir al guerrillero.

Rodríguez impartió desde su retiro las órdenes de asaltar San Fernando a don Feliciano Silva y a don Francisco Salas, que también recibieron caballos para la gente del asalto, mandados por don Pedro de las Cuevas.

Gran parte de los gastos de todo este movimiento de gente y animales, de espías y contra espías, como también la alimentación de toda esta numerosa guerrrilla (que silenciosamente se escondía en las serranías del lugar próximo a San Fernando, Roma, que tenía este nombre por haber sido estancia de la familia Román), eran subvencionadas por don Pedro José Maturana y Guzmán. Era este dueño de la estancia de Popeta, y había constituido en mayorazgo de la familia las haciendas de Talcarehue, La Teja, Roma, y la gran estancia cordillerana llamada del Portillo, por donde existían caminos secretos y de corto tiempo para ir a Mendoza, que cruzaban los emisarios de Rodríguez y San Martín.

Él mismo nos ha dejado la siguiente nota sobre esos días:

“Declaro que con motivo de mi adhesión a la causa de la libertad del país en la Revolución gasté más de $40.000, que tenía en efectivo, en emisarios, correos y otros gastos de necesidad  y correspondencia con el general San Martín y otros sujetos del mismo rango.”

Este documento fue conocido por el historiador don Benjamín Vicuña Mackenna, quien al reproducirlo dice que en Maturana “ardió la llama de aquel puro patriotismo que  nos dio, sin empréstito y sin bonos la libertad y la independencia que hoy gozamos. Gastar cuarenta mil pesos en efectivo en aquellos tiempos, en que mil pesos eran cien mil inconvertibles, y declararlo por testamento para alivio de su alma, se tomara hoy día por una simple invención de rebuscadores de archivos.”

Maturana había sido coronel de las milicias de Colchagua, en la Colonia y en la Patria Vieja, coronel del Regimiento de Húsares “Defensores de la Patria”, en 1814, además de desempeñar diversos cargos en el Cabildo de San Fernando, Regidor, Alcalde, Juez de Tierras, etc. Después, al tomarse Rodríguez San Fernando, el 11 de febrero de 1817, fue designado Gobernador, puesto que desempeñó en diversos períodos, hasta casi poco antes de su muerte ocurrida en las casas de su hacienda de Popeta en el año de 1836. Dos de sus hijos pelearon en Maipú, don Pedro José y don José Manuel Maturana Guzmán. Su sobrino don Ramón Maturana Feliú, como ya lo hemos mencionado, se encontraba afiliado a la montonera que mandaba don Juan Pablo Ramírez junto con el fraile Venegas y Miguel Neira. Otro de sus sobrinos, don Marcos Maturana del Campo, fue uno de los primeros soldados distinguidos del famoso Regimiento Húsares de la Muerte, que fundara en Santiago en 1818 don Manuel Rodríguez, al grito de ¡Aún tenemos Patria, ciudadanos!. A la disolución de este regimiento pasó don Marcos a la Escuela Militar y fue más tarde General de División, Ministro de Guerra y Senador de la República.

La toma de San Fernando la había ordenado Rodríguez, según ya lo hemos dicho, por confesión de don Feliciano Silva, para tres días después de la toma de Melipilla. Esta se había verificado el día 4, luego el ataque a San Fernando debía haberse efectuado el día 7. Pero circunstancias especiales la dilataron. Los caballos para el asalto, que en gran parte facilitó don Pedro de las Cuevas, se debían enviar ocultamente, por senderos desconocidos y de noche, hasta llegar al lugar de Roma. Sólo el día 10 de enero Silva y Salas tenían lista la valerosa guerrilla para el asalto, que mandó don Ramón Maturana y Feliú.

Al anochecer, hace Maturana avanzar a sus hombres, todos montados en buenos y fogosos caballos como eran los de Cuevas. La distancia entre el lugarejo de Roma y San Fernando es de corto cabalgar, de media hora. Antes de entrar al pueblo, que por medio de los espías patriotas se sabía que estaban en esos días muy cerca de la guarnición, la mayor parte de la tropa había sido enviada a Rancagua. Los jefes españoles ya poseían en parte el plan de San Martín y solo pensaban en proteger Santiago, concentrando las tropas en sus más próximos lugares, para presentar batalla en un punto determinado. Salas hace llenar varios cueros con grandes piedras de la ribera del estero de Ontiveros, que está a la entrada de la ciudad por el naciente, y con el estrepitoso ruido que ellas producen al ser arrastrados y los gritos de: “¡Avance la artillería!, producen en os pocos españoles de la guarnición la creencia de que era el Ejército de los Andes el que entraba en la villa.

Eran las tres de la mañana del día 11 de enero de 1817; los españoles espantados por el sorpresivo ataque emprendieron la más rápida fuga. El subdelegado José Parga Bahamonde y el jefe de milicias don Antonio Lavín emprenden el mismo viaje. Esa noche Salas, que hacía de jefe principal de la avanzada patriota, sin más armas que un chuzo y un garrote, golpea fuertemente las puertas del estanco, lo saquea, como igualmente la casa del subdelegado Parga y hace destruir lo que no se puede transportar. El asalto ha durado escasas cuatro horas. Al amanecer, los guerrilleros emprenden la retirada hacia la cordillera camino de Talcarehue, cajón del Tinguiririca. 

Maturana se llevó los valores del estanco y las armas.

Un soldado español logró llegar las 9 de la mañana del día 11 de enero a Rancagua, a comunicar la nueva al jefe español Barañao. Este jefe precipitadamente partió para San Fernando, acompañado del Batallón de Húsares. Encontró al pueblo de San Fernando completamente tranquilo, más tranquilo que  nunca. En la cárcel no había ningún reo, fuese por revolucionario o por delito criminal. Los patriotas habían abierto las puertas del establecimiento. También un gran número de casas de patriotas estaban silenciosas, pues en la confusión de la noche y tras la guerrilla, habían partido sus habitantes camino de los Andes.

“El año de 1817, oprimidos por la tiranía de la dominación española, tomaron a su cargo, los expresados mis hjos, conseguir la libertad de varios patriotas decididos, que lso realistas iban a embarcar. Sin temer ser víctimas del enemigo, conquistaron 116 hombres y con ellos lograron libertarlos, cuyo hecho es notorio. De allí emigraron unos y otros a Mendoza hasta reunirse con el valiente general Freire.”

Los realistas se asustaron por este audaz golpe a San Fernando y resolvieron apresar a un gran número de personas, para descubrir los hilos de tan gran movimiento. Así fueron detenidos don Pedro José Maturana y Guzmán y don José María Vivar y remitidos a Santiago bajo estricta custodia.

Manuel Rodríguez se sintió feliz al saber el favorable resultado del asalto a San Fernando, tanto por la impresión que hizo en las fuerzas realistas, como por la necesidad de dar libertad a tan numerosos presos, que mantenían en estricta custodia las autoridades realistas.

En Santiago, el pueblo ya estaba convencido del éxito de la empresa revolucionaria y actuaba cada vez con más arrojo, incluso temerario. El número publicado el día 17 de enero de 1817 salía a la luz para colmo de la rabia de los opresores, con las palabras cambiadas: “Madre inmortal” por España, en “madre inmoral”, y señalaba a Rodríguez como inmortal en lugar de “inmoral”. Los pocos ejemplares que sorpresivamente salieron a la calle fueron recogidos y corregidos a pluma. El artesano que compuso estas líneas, fue condenado a trabajos forzados por seis meses en el Castillo de Santa Lucía. Su pena, como lo dicen los hechos históricos, solo duró unos cuantos días.

Rodríguez se había escurrido misteriosamente a los realistas,  esta situación los tenía profundamente inquietos. Se habían dado cuenta de todo lo que era capaz, y esos momentos en que ya se temía, de un día a otro, la llegada de los patriotas de Mendoza, los ponía en crítica situación. Por fin, supieron que se encontraba en Popeta, en la hacienda de don Pedro José Maturana y Guzmán. Pero esta información alcanzó a recogerla su amigo, el joven don Manuel Valenzuela Velasco, quien partió de San Fernando a matacaballo y pudo llegar antes que los realistas. Avisó a Rodríguez, quien emprendió camino a los montes protegido por el silencio de todo el vecindario e inquilinaje de la hacienda. A don Pedro José Maturana los realistas cargo de dar amparo a Rodríguez y lo condujeron preso a Santiago.

Febrero 1817

La noticia de la partida de las tropas realistas de San Fernando, quienes venían en apresurada marcha hacia Santiago cundió como un reguero de pólvora. De las montañas de Popeta corrió Rodríguez hacia las inmediaciones de San Fernando. El primero los suyos en moverse, en franca apariencia de guerra, fue el valiente oficial del antiguo ejército patriota que peleó en Rancagua, don José Luis Ovalle. Se había quedado en Chile oculto después de esta batalla y pasó a Mendoza el 9 de diciembre de 1815, permaneciendo en esta ciudad cerca de un año. No lo encontramos en todo el trajín de espías en esta época, sino que su nombre aparece en Colchagua en la guerrilla de Rodríguez. Es designado para levantar los ánimos y formar una nueva guerrilla en Guarcarhue, donde, como ya lo hemos dicho, su cura don José Joaquín Cañas era ardiente patriota. Ovalle y don José Elías Vergara, proclamaron en el día 9 de febrero en la plazoleta de Guarcarhue, enarbolando la bandera tricolor de la patria, la llegada de la libertad. Cañas, mandó repicar las campanas. Por la noche, el día 9, se iluminó la plaza y “se pidió música a los vecinos”.

Ovalle formó su guerrilla con la bandera tricolor, y al amanecer del día 10 caminaba hacia Nancagua a juntarse con Rodríguez. Rodríguez había llegado el mismo día 10 de febrero a Nancagua, apresuradamente llamado por el vecindario, quien lo había mandado buscar por intermedio del guerrillero don Francisco Manso. Lo que había pasado en Nancagua había sido que el diputado de esa localidad don Juan Arellano, quiso reducir a prisión a los realistas Baltazar y Pedro Rodales por haber ido estos a San Fernando a delatarlo, como patriota y confidente de Rodríguez. Pero todo había sido ya tarde, San Fernando no tenía ya tropas realistas y tuvieron que volverse solos a Nancagua los Rodales. Arellano, secundado por Manso, quiso reducirlos a prisión, pero se interpuso don Gregorio Argomedo y don Manuel Ramírez. Ante esta situación, partió apresuradamente Manso en busca de Rodríguez para que su presencia y autoridad dejara las cosas en su claro derecho.

Rodríguez llegó a Nancagua en medio de los gritos de su potente voz “Viva la libertad y la patria!”. Mandó repicar las campanas, era día domingo y dando órdenes, fue desbaratado el estanquillo y repartido entre el pueblo sus valores.
El mismo día 10 de febrero dictó Rodríguez un decreto nombrando a don Juan Arellano por juez y diputado de Nancagua. Firmó este decreto como secretario don Gregorio Argomedo.

Cruce de Los Andes
La primera preocupación de Rodríguez y los suyos al llegar a Nancagua, fue apoderarse del estanquillo que allí había, de sus fondos y mazos de tabaco, papel sellado, etc. Uno de los testigos oculares nos dice: “el día domingo 10 de febrero de 1817 entró don Manuel Rodríguez, comandante de una partida de gente, que victoriosamente llegaron a aquel punto. Llegó a casa de don Juan Arellano, Rodríguez le preguntó: qué existencias eran las que tenía. “tengo tabacos, naipes, polvillo y dinero y un poco de papel sellado”, respondió Arellano. Mandó Rodríguez se le entregara todos los mazos de tabacos enteros que llegaron a la casa de Gregorio Argomedo, repartiendo y tirando todos los pedazos a la gente que lo acompaña, ejecutando lo mismo con el dinero y con las barajas”.

En la noche del día 10, poco antes de las nueve, manó Rodríguez a Francisco Manso, con una guerrilla de 12 o 14 hombres a Puquillay a retirar los valores que existieran en el estanquillo de ese lugar. Manso, al llegar con la mayor rapidez, prendió al estanquillero don José Cáceres y lo amarró con su propio lazo; le tomó todo el tabaco y dinero que tenía, después de derribar la puerta del cuarto que servía de estanquillo. Como precio de su libertad, Manso le exigió la entrega de un buen caballo. Se retiraron y volvieron a Nancagua.

Con esos mazos de tabacos emprendió Manuel Rodríguez, la misma noche del día 10, marcha hacia San Fernando, llegó a esta ciudad con el mayor estrépito que sus guerrilleros pudieron hacer, a la hora de la aurora, sus hombres, como lo habían hecho en Nancagua se precipitaron al estanco, situado en la plaza de la villa. Sus puertas fueron forzadas a golpes y sacados sus mazos de tabacos. Estos mazos de tabacos como los otros de Nancagua, fueron repartidos al pueblo en San Fernando.

Estando en esta ciudad, Rodríguez escribió la siguiente nota a don Juan Arellano, el propio 11 de febrero de 1817, cuando ya estaba en posesión de San Fernando, y esperaba defender la villa de un posible ataque realista:

“Mi amigo y señor, espero en esta mañana doscientos caballos. Ud haga milagros por la libertad, y por su amigo y servidor, Rodríguez. Envíeme volando cuantas armas y municiones pueda conseguir. Véngase para acá, sin escusas mis amigos todos”.

Hay solo una rúbrica.

Arellano dice que cumplió esta orden el propio día 11; le mandó 150 caballos a cargo de cincuenta hombres bien montados. “Todo, dice Arellano, se hizo en buen tiempo”.

Con la rapidez propia de su inteligencia, Manuel Rodríguez organizó desde le primer momento de llegado a San Fernando su gobierno. Se tituló Comandante Militar, designó como su ayudante a don José Luis Ovalle. Además formó una Junta o Tribunal Revolucionario. Los nombres de sus componentes nos son desconocidos. Fue su escribiente don Ramón Lezana con sueldo de un real al día y Valentín Pérez, ordenanza. Mayor de Plaza fue designado su secretario don José Luis Ovalle.

Don Manuel Aliaga fue designado escribiente Él nos ha dejado las siguientes líneas de los trabajos de Secretaría de esos días: “Fue una porción de días en que me desvelé escribiendo las órdenes de don Manuel Rodríguez cuando entró en esta Villa”. El trabajo de secretaría parece que fue intenso, don Manuel Aliaga, trajo a su lado a su hermano don José Santiago Aliaga. Este nos ha dejado las siguientes líneas: “Cuando entró a este pueblo el emisario señor don Manuel Rodríguez me buscó a mí y a mi hermano Ramón para que no nos separáramos de su lado, le servimos de escribientes, ayudándole a desempeñar el cargo y cumplimiento de las órdenes, que por momentos se multiplicaban”.

La noticia del triunfo de Chacabuco, desbordó de alegría al vecindario de San Fernando. “Nuestros corazones se deshicieron con profusión”, nos dice don Juan Arellano. “Fue preciso contener los tumultos, con que el pueblo quería quitar del medio a todos los españoles”. Esta noticia había llegado junto con dos soldados españoles fugitivos, que había aprehendido Arellano en Nancagua. Rodríguez se informó de muchos antecedentes, principalmente sobre la suerte de las tropas españolas en Santiago y de Marcó del Pont, su incansable enemigo. Dictó la siguiente nota a uno de sus secretarios, apenas recibidas las noticias de los soldados españoles:

“Por noticias obtenidas, Marcó se dirige por la costa a Concepción. He juntado partidas por todas partes para aprehenderle”. San Fernando, 13 de febrero de 1817. Rodríguez

La noticia que comunicaba Rodríguez a O’Higgins, era verdadera, pues Marcó del Pont, al fracasar su partida por San Antonio, quiso emprender viaje por la costa a Concepción, en cuya ruta cayó prisionero.

Antes de que llegara la noticia a San Fernando de la derrota de los realistas en Chacabuco, ya Rodríguez había tomado por su cuenta serias medidas para atacar a las fuerzas enemigas. Así se desprende del siguiente oficio remitido el mismo día 11 de febrero recién llegado a San Fernando, a don Santiago Palacios, su amigo y residente en la costa:

“San Fernando, 11 de febrero de 1817. Señor don Santiago Palacios.

En el momento de recibir usted esta carta, se podnrá en marcha a todos los puntos de la costa, donde aprehenderá y embargará cuando infame enemigo encuentre a la causa americana, remitiendo todo a esta Villa con buena custodia. Recojerá los caballos que la generosidad chilena nos franquee para auxilio del ejército, también las armas, pólvora y municiones que encuentre. Hago a ud seriamente responsable de la más pequeña omisión, como también a todos los vecinos que le falten o mezquinen los auxilios que necesite para el desempeño de su comisión, que reencargo con la mayor exactitud.- Rodríguez- Buenaventura Grez”.

El gobierno de Manuel Rodríguez en San Fernando tiene una corta duración, es desde el día 11 de febrero de 1817 al 21 de marzo del referido año.

Al principio contó con todo el apoyo del vecindario patriota. Pero sus incansables persecuciones a los realistas, que por uno u otro motivo estaban vinculados a los patriotas, ya por parentesco o por asuntos de intereses, hizo que fuera resistido por diversos sectores, que llevaron sus quejas al propio director supremo don Bernardo O’Higgins. Fue esta la causa inmediata de que se pusiese fin al mandato de Rodríguez en esa ciudad.

Rodríguez, por su parte, no se había quedado inmóvil en sus actuaciones. El día 24 de febrero mandó a Santiago con el oficial Manuel Velásquez al joven español don Salvador Olaguer Feliú, hijo del coronel español de ese mismo nombre y apellido: “No hay hecho contra su persona, antes generalmente me aseguran que opina a favor de la libertad de Chile contra los sentimientos de su padre”. Junto con el joven Feliú, remitió el sumario seguido contra el capitán de Dragones realista don Leandro Castillo. En esta causa iba implicada doña Carmen Calvo y Argomedo, esposa de don Santos Lira, quien había dado refugio al militar español.

Batalla de Chacabuco

Marzo 1817

El Cabildo, designado en enero de 1817 bajo el gobierno realista, no contaba con la simpatía del jefe patriota, por lo que Rodríguez resolvió elegir otro.
El día 3 de marzo de 1817 a son de cajas mandó publicar en la plaza nuevas autoridades. Solo se reunieron 15 individuos, afectos a su persona. Los demás se encerraron en sus casas, sin querer saber nada de lo que hacía ese jefe. Que tanto por sus actos como por lo que hacían sus segundos, principiaba a sembrar el clima de terror, más duro que el de los realistas, pues los guerrilleros de Rodríguez pocas leyes y virtudes respetaban.

No sabemos quiénes fueron los elegidos para este Cabildo. Inmediatamente de efectuado este acto, Rodríguez dirigió al Director Supremo el siguiente oficio, que solo firma él, sin secretario:

“Estamos sembrados de realistas y abusando de la blandura, ya se presentan con atrevimiento.

Es preciso limpiar el Reino, ya que no obra el cuchillo. El ayuno y la disciplina enmendarán a este género de Diablos. Yo quiero saber sus intensiones con esta maldita raza”.

Los cabildantes salidos eran entre otros don Buenaventura Grez y Fuenzalida, suegro del alcalde don Francisco de Silva y Grez, esposo de doña Leonor Grez y Riveros, hermana de doña Mercedes Grez y Riveros, esposa del militar patriota don Antonio Rafael Velasco. Rodríguez tenía mucha distancia de este grupo, desde los primeros días de residir en San Fernando. Al principio Grez firma sus oficios como secretario, después no. Solo Velasco es su amigo. Se expresa así de ellos:

“La casa del Alcalde Silva es una pocilga de españoles, de malvados y de indignos indolentes. Toda su familia y la del suegro don Ventura Grez ha tenido y conserva mala opinión. Sin hallarse en ella, otra cosa de provecho, que una hija, mujer de Velasco.”

Para dar Rodríguez estas opiniones, el día 3 de marzo de 1817, fecha del oficio en que comunica estas novedades a O’Higgins, debió estar muy especialmente informado. Debió haber tratado a doña Mercedes Grez y Riveros, de quien escucharía sus opiniones sobre la libertad de Chile, pues de todos los documentos consultados, es la segunda mujer a que especialmente se refiere en sus lacónicas y cortantes comunicaciones de dos o tres líneas, pero que resalta todo su sentir y pensar.

O’Higgins debió haber recibido esta comunicación de 3 de marzo, el día 4 o 5. Dos días después, el 7 de marzo de 1817, contesta con el siguiente oficio:

“Don Antonio Rafael Velasco es nombrado Comandante de Armas de ese Partido. Luego que se le presente, le pondrá V. en posesión del mando, lo hará reconocer. Ud se pondrá en marcha para esta capital, donde le necesita el Estado, con la exigencia para atenciones más dignas de su mérito, talento y virtudes.

El Gobierno lo espera con ansias para coayudar a los progresos de su suelo patrio, por cuya felicidad ha trabajado ud con tanto entusiasmo y desvelo”.

La voz del vecindario de San Fernando hizo que O’Higgins cambiara por completo de pensar. Por su parte, parece que Rodríguez se resistió a entregar el mando a Velasco, a pesar de ser su amigo y un admirador del patriotismo de su mujer. El vecindario de San Fernando se sintió alarmado. De un solo golpe de autoridad, Rodríguez remitió a Santiago a 29 realistas, procesados por diversas causas. Otro hecho importante fue la creación de la Junta de Auxilios, dedicada exclusivamente para sacar dinero a los realistas o a los que él o sus partidarios creían que lo eran.

Rodríguez era de la idea de "que los godos vomiten cuanto tengan, y que a sus expensas de los males que ellos mismos nos han ocasionado".

Todos estos hechos hicieron que O’Higgins designara, a mediados de marzo, una comisión de tres individuos, compuesta por don Juan Francisco Larraín, don Diego Donoso y don Francisco Egidio de la Cuadra, para que se trasladaran al sur del país, y de ciudad en ciudad fueran constituyendo las legítimas autoridades. Llegada a San Fernando la comisión, acompañada de una delegación militar a cargo del teniente don Miguel Caravilla, mandó por bando se reuniera el vecindario, el cual el día 21 de marzo de 1817, en número de cuarenta y dos personas se situaron en el Cabildo. Se designó una comisión formada por José María Ugarte, don José María Guzmán y don Fernando de Quezada, para que designaran a los nuevos alcaldes. Esta comisión, después de breve discusión, nombró a don Pedro José Maturana Guzmán y a don José Santiago Palacios para los cargos de primero y segundo alcaldes que debían, por turno ejercer el mando civil de la villa.

Rodríguez desconoció estas designaciones. Pero ya su prestigio, al menos en este lugar, había cambiado considerablemente. No encontró apoyo alguno. Los alcaldes ordenaron prisión y entregaron su persona al teniente Caravilla.

Monumento a Manuel Rodríguez en San Fernando

Chile comenzaba su vida republicana, se acababan las correrías y montoneras. Pronto vendría el episodio más famoso y la frase del bronce de Manuel Rodríguez y que lo llevaría a la inmortalidad, pero todo eso sucedecería en Santiago. Rodríguez nunca más volvería a Colchagua.



Fuentes:
- Historia Jeneral de Chile, Tomo X. Diego Barros Arana
- Historia Jeneral de Chile, Tomo XI. Diego Barros Arana
- El ostracismo de los Carrera. Benjamín Vicuña Mackenna
- Manuel Rodríguez. Historia y Leyenda. Ernesto Guajardo
- La Dictadura de O'Higgins. Miguel Luis Amunátegui
- El paso de los Andes, crónica histórica... Gerónimo Espejo
- Historia de San Martín y la emancipación sud americana. Bartolomé Mitre


Imágenes obtenidas de internet.

Reconquista de Chile: La Guerra de Zapa. Los movimientos de Manuel Rodríguez. Parte II


Resumen: Desde Octubre de 1814 los emigrados de Chile se encuentran en Mendoza. El Ejército está dividido entre carrerinos y o'higginianos y son los segundos quienes cuentan con el apoyo de San Martín. Rodríguez se encuentra en el bando de Carrera y debe convencer al general de sus intensiones de ayudar a la patria. San Martín lo considera y es enviado como parte de un grupo de espías con la misión de fomentar la rebelión, conseguir informaciones relevantes y descentralizar las fuerzas enemigas organizando guerrillas insurgentes en los campos. 

José Miguel Carrera y Bernardo O'Higgins

Abril 1816


En el mes de abril Rodríguez se traslada a Colchagua. Comienza a recorrer los campos y rincones para tomar conocimiento del estado de ánimo, no ya de la gente de la ciudad, sino de los que vivían del trabajo agrícola. Son sus amparadores más importantes los vecinos don Manuel y don José María Bravo de Náveda, ricos terratenientes, dueños de la estancia de San José de Toros, quienes le ayudan monetariamente en sus precipitadas carreras de un sitio a otro. Se pone en contacto con el bandolero Miguel Neira, a quien convence que debe actuar por la patria y que espere armas, dinero y uniforme de Mendoza, que él personalmente se los traerá.

Al mismo tiempo llega a Santiago la noticia de enfrentamientos en la cordillera, específicamente en Uspallata. San Martín, trabajando en su proyecto de invasión, envía una patrulla a inspeccionar el terreno en un sector cerca de Uspallata. Allí se encuentran con uno de los piquetes de Marcó del Pont que estaban inhabilitando el paso. Se enfrentan y los rioplatenses son victoriosos, lo que aumenta la presión en el gobernador.


Junio 1816

En junio Rodríguez vuelve a Mendoza para informar y recibir nuevas instrucciones. Se queda dos meses ya que en Agosto emprende el viaje de vuelta pero esta vez para instalarse en Colchagua. Por su parte, Marcó del Pont, envía refuerzos especialmente a esta zona para contener y eliminar a la guerrilla patriota. Duplica el contingente  a cargo del capitán de dragones don Joaquín Magallar y tiene la certeza que los bandoleros del interior, en realidad son soldados enviados desde Mendoza para hostilizar al gobierno y fomentar la independencia en sus naturales y que desde allá recibirían órdenes y municiones suficientes para hacer el trabajo.


Julio 1816

En la capital, mientras tanto, se ha celebrado el “paseo del estandarte” el día 25 de julio, día de fiesta del Apóstol Santiago y patrono de la ciudad. La situación, lejos de mejorar ha empeorado para los naturales de Chile. Esta era la fiesta más importante del calendario chileno y se hacían múltiples celebraciones en su honor. Había sido abolida durante los gobiernos independientes y Mariano Osorio la había vuelto a instaurar. Para darle más fuerza aún a la celebración, Marcó decidió repartir un documento impreso donde se invitaba a todos los vecinos a participar de la fiesta y que especificaba que a quien no asistiera se le impondría una multa de cien pesos. Pero esto no sirvió para que todos quisieran ir. Llegó, incluso, a amenzar a los no asistentes con enviarlos al presidio de Juan Fernández. Tal como se lee en una circular emitida el 16 de julio en que se establece siguiente:

“Viendo que a pesar de la multa, algunos vecinos se han escusado con frívolos pretestos en circunstancias que mas debieran acreditar su aficion a una funcion tan abominada de los insurjentes, el señor presidente ha resuelto se avise a los convidados, como lo hago por éste, que después de exhibir la multa, el que falte será mandado a la isla Juan Fernandez hasta la resolucion del rei. Su señoría espera que V. le evitará el disgusto de tomar estas providencias; esperando yo se sirva contestarme quedar enterado de esta órden superior que le comunico.”

Cabe destacar que los españoles peninsulares podían llevar sus espadas pero los chilenos, fuesen realistas o no, tenían prohibido portar cualquier arma.

Imagen del Apóstol Santiago en la Catedral Metropolitana

Agosto 1816

En Agosto de 1816 Rodríguez llega a Santiago de vuelta de Mendoza, se instala y luego parte hacia Colchagua. Durante algunas semanas, se mantuvo oculto, pero dirigiendo trabajos en la hacienda Los Rastrojos, arrendada por don Feliciano Silva, a cinco leguas al norte de San Fernando.

Rodríguez planea, se enfrenta a los soldados en pequeñas escaramuzas, huye de ellos cuando el desorden es grande y levanta los ánimos en la región. Nadie lo delata. Desde Mendoza sus órdenes son las de levantar al pueblo en contra del gobierno. 

Además reparte proclamas impresas por San Martín y concentra a los milicianos. “Mantengan las armas listas hasta que el momento llegue” dice San Martín en una de sus cartas y este aviso recorre el campo. Al mismo tiempo trae la carta el nombramiento de coronel de milicias para Miguel Neira, uniforme, armamento, soldados y caballos.


Septiembre 1816

Es buscado con ahínco por las fuerzas realistas pero no lo encuentran. Marcó del Pont, en un esfuerzo adicional para tener resultados, envía en septiembre de 1816, al coronel don Antonio Quintanilla que se haga cargo de la situación en Colchagua. Asume el mando de los dragones y se lleva desde Santiago al cuerpo completo de carabineros de Abascal.

Es en este tiempo que ocurre la famosa anécdota del cepo en San Vicente de Tagua Tagua.

En uno de esos días está en casa del vecino don José Eulogio Celis, cuando de repente se siente el tropel de unas cabalgaduras. Eran realistas. Sin un momento que perder, Rodríguez se coloca en el cepo: es un verdadero borracho que duerme la “mona”. El oficial español pregunta, al detener su precipitada cabalgadura:

-¿No ha visto pasar por aquí a un hombre de a caballo, que llevaba cara de escapado?

-Sí, por allí pasó, le contestó Celis, señalando un sendero.

Los soldados, cumpliendo órdenes, allanaron la casa y el cepo:

-¿Quién es ese?, preguntó el oficial. 

–Es un curado y además un tenorio muy fregado. 

–No cargue la mano mucho a los enamorados, replicó el español.

Rodríguez en el cepo

Este hecho auténtico, fue relatado muchos años después por el propio Celis y gracias a esa relación, tan sencilla, encontramos uno de los múltiples hechos verdaderos de sus audacias y aventuras por las tierras de Colchagua. Se temía pudiera refugiarse en Concepción, por lo que Marcó envía la siguiente nota al gobernador de esa zona para que esté al tanto de los acontecimientos (septiembre 1816)

“Se han acuadrillado crecido número de facinerosos y conspiradores armados abrigados en las cordilleras de Colchagua hasta Maule, de donde hacen sus incursiones i salteos con la mayor insolencia a los caminantes i poblados de esos partidos; i se sabe por declaraciones de otros que se halla o ha estado reunido a ellos unos de los famosos insurgentes de esta capital, hijo de don Carlos Rodríguez, prófugo, enviado desde Mendoza por el gobernador San Martín para revolucionar i confederar a sus intentos a esas jentes. Para su exterminio, he tenido tropa apostada al mando del capital de dragones don Joaquín Magallar, i he doblado últimamente la fuerza enviando al coronel don Antonio Quintanilla, como comandante de carabineros, con todo su cuerpo para asegurar cercarlos sin escape. Pero no obstante, indicándose que pueden haber huido a pasar el Maule, doi este aviso a V.S. por extraordinario, para que tome las avenidas i dicte las providencias que estén a sus alcances para aprehenderlos si pasasen a esa provincia, i evitar sus asaltos con el espresado Quintanilla en todo lo que concierna a combinar medidas, auxilios mutuos i avisos oportunos, i que coaligados no se introduzcan en las reducciones (de indios), señaladamente en comunicación con el indio Venancio i otros díscolos. Dios guarde a V.S. muchos años.- Santiago, 12 de setiembre de 1816.- Francisco Marcó del Pont.- Señor gobernador intendente de la provincia de Concepción, coronel don José Ordoñez.”

Rodríguez, en su apuro por no ser encontrado, olvida un bolso en casa Silva y manda a pedir por él a la esposa del hacendado:

“Señora: mi apreciada favorecedora y patrona. Me hallo con el proyecto de verificar mi salto que usted sabe, desde este punto. El tiempo parece nos está favoreciendo y mi genio no me permite perder momento. En esta virtud he de deber a usted el favor se sirva mandar se le entregue al dador de ésta, la garupa que quedó en esa a mi salida. Usted dispense mis repetidas molestias y reciba el adiós más tierno del que es y será eternamente reconocido servidor. Q.V.S.P. Antonio Gómez.

P.D.: a mis amigos don Santiago Valdovinos y don Domingo Díaz, y demás, mis afectos y que no se olviden de trabajar y estar prontos para mi regreso. Al segundo que no cese de tantear los encargos que le tengo prevenidos, que él ha de ser siempre mi compañero. Si hay algo de particular que comunicar no lo deje de hacer, que así conviene a su Gómez.” Carta fechada en Septiembre de 1816 en algún lugar de Colchagua.


Provincia de Colchagua


Octubre 1816

Ocupado como estaba, Rodríouez dejó de enviar informes a Mendoza; el día 26 de Octubre, San Martín, cansado de no recibir noticias de Rodríguez, le escribe la siguiente carta:

“Mi amigo. Veo que su carácter tiene algo de fosfórico. ¿qué diablos se hace usted que no me escribe? Cerca de dos meses ha que carezco de sus noticias. Yo estaba persuadido que las nieves de Los Andes, serían derretidas por el calor de esa imaginación de fuego y con ella se hubiera abierto un paso para hacerme sus comunicaciones, pero todo ha sido ilusión; y a la verdad si no fuesen los avisos del amigo Graña (Juan Pablo Ramírez) creería que usted no existe o había caído en poder de ese patrón (Marcó del Pont); pero aquel me asegura su existencia, de las persecuciones que ha sufrido, de las aventuras que ha corrido, los trabajos que ha emprendido, y en fin, el buen estado de todo, debido a sus actividades y a la de los demás amigos. Bueno está lo hecho, pero es necesario hacer más, si las cosas han de tener buenos resultados.

En el momento de recibir ésta saldrá de su tinaja y marchará a San Fernando; dos objetos debe usted proponerse. Primero, reunir mil caballos o por lo menos seiscientos en las inmediaciones de Quechereguas, para la gran recogida de ganado que debe hacerse para mediados de diciembre; estos caballos serán satisfechos con dinero contante, pero cuidado que no se trascienda el objeto; para ello avisará usted a los amigos de Talca, Curicó y San Fernando, los tengan en pequeñas partidas y si es posible en las quebradas de la cordillera. Todos deberán reunirse en el momento que sepa mi llegada. Segundo. Escriba a los amigos de Concepción para que estén prontos a contribuir al charqueo, no olvidándose de que como la faena es larga, se necesita se me una mucha gente, en la inteligencia de que llevo mucha abundancia de lazos y bolas, con que habilitarlos.

Por Dios, le suplico no me detenga un solo momento a Guzmán, pues no tengo persona segura con quien escribirle.

Si oyese usted decir que se han presentado algunos buques en Talcahuano, avíseme rabiando a toda costa, sin perdonar gasto alguno, pues podrían ser algunos corsarios, y en este caso podrían causar daños inmensos a mis intereses.

Tengo la mayor curiosidad en saber, si se han hecho algunas fortificaciones en Talca, Curicó y San Fernando, si se han hecho algunos trabajos en los boquetes de la cordillera que caen en estos partidos; cuales en Concepción, que fuerzas tienen en estos puntos, con distinción de infantería, caballería y artillería, con número de piezas; y si las milicias y gente de campo son tan amantes de la causa del rey, como el año pasado.

Si oyese usted decir algo de portugueses, no le dé cuidado, pues según dicen estos no pasarán de la Banda Oriental, y Artigas se entretendrá con ellos.

Nada de temor, tener siempre presente aquella máxima: “Dans tous els temps il faut savoir afronter la mort pour meriter de vivre”. Tome ejemplo de nuestros enemigos, su constancia, sus reveses les hizo triunfar. La libertad muy apreciable para las almas elevadas y nuestra vida, es muy corto sacrificio para conseguir tamaño bien, de que lo conseguimos, no lo dude usted con tal que tengamos virtudes y juicios.

Cuidado con el patrón de esa, lo conocí en España, es vivo y tiene talento. El manchado entregará esta, por ignorar el punto de su paradero, muchas cosas a todos los amigos, si estos y usted me ayudan, yo espero un buen éxito y abrazarlo con la cordialidad más perfecta. – Español.

P.D.: Vengan sin tardanza cuantas comunicaciones puedan. Tome todo el dinero que necesite. Manchado le entregará y en su defecto el Moro.” Colección de Historiadores y Documentos Relativos a la Independencia de Chile. Tomo 10. Cristian Guerrero Lira.

La referencia a la tinaja, es porque se dice que Manuel Rodríguez, en un momento de creerse perseguido por los realistas, pasó todo un día y noche escondido en una tinaja para despistar.

También en octubre de ese año, se produjo el asalto al correo enviado desde Santiago a Concepción. Este atraco fue realizado por la guerrilla de Juan Pablo Ramírez ubicada en Chépica, en la estancia La Ruda de propiedad de los Torrealba. Allí se planificó y se reunieron los implicados: Ramírez, Basilio Venegas (el fraile), Miguel Neira, Maturana, Rojas y Mondaca. Estos últimos cinco atacaron a una patrulla de 14 soldados que custodiaban el correo oficial.


El bandido Neira


Eran ellos Venegas, Neira, Maturana Rojas y Mondaca, que se dirigieron a las llanuras de Teno, donde Neira era muy baquiano del terreno y conocía mucha gente. Se buscó un punto donde no fuesen vistos, sino de repente, y el encuentro fuese “de mano a boca”. Efectivamente el sitio necesario lo encontraron en la primera quebrada de los cerrillos. Al ver que se acercaban los españoles, se dispuso que Maturana, Rojas y Mondaca se fuesen por detrás del camino en que venían los españoles, y Neira y Venegas, este con hábito franciscano, caminasen hacia el Norte o como que venían desde Curicó. El plan era que al mismo tiempo que Maturana cargaba por la espalda a los españoles, Neira y Venegas atacarían al Coronel de frente. En el momento preciso, Venegas azotó su caballo al ver próximo al coronel Piedra, y al enfrentarse con él, le pegó un fuerte machetazo que lo derribó del caballo. Neira hizo otro tanto con don Vicente de la Cruz, y pegó a don Pedro Silva. Maturana no había dejado de actuar; mató a tres de los desgraciados soldados chilotes, quienes no vieron más salvación que la fuga. Silva se interpuso, pues como patriota conocía a Venegas y a Neira y les solicitó la vida de sus acompañantes.

Tomada la correspondencia, el grupo de Venegas y de los cuatro restantes emprendieron rápida retirada hacia el escondite de don Juan Pablo Ramírez. Neira se vistió con la lujosa casaca del coronel español, se tomaron las mejores armas y el resto se destruyó. Ramírez apresuradamente remitió la correspondencia a San Martín.


Noviembre 1816

Es por esta razón que se dictaron medidas de rigor, entre ellas, la prohibición de andar a caballo pasadas las nueve de la noche, vivir en el campo sin permiso expreso del presidente o ausentarse de las ciudades sin pasaporte autorizado, además del bando donde se pone precio a la cabeza de Neira y Rodríguez el día 7 de noviembre. Rodríguez, sin haber tomado parte del secuestro de la correspondencia, tenía su propia lista de actividades revolucionarias por eso se consideran a ambos en el bando.

“Siendo preciso tomar una providencia que quitando las cabezas de tan perjudicial asamblea, pueda facilitar la aprehensión de sus individuos, que se hace inverificable por el modo en que combinan sus movimientos para ocultarse. Por cuanto son insufribles los excesos que cometen en los partidos del sur los salteadores y demás facinerosos capitaneados por el famoso malhechor José Miguel Neira, que después de tener íntima comunicación con los rebeldes de Mendoza, por dirección del insurgente prófugo don Manuel Rodríguez, secretario que fue de los cabecillas Carrera.

Primeramente, ninguna persona de cualquier calidad que sea, bajo pretesto alguno podrá dar hospitalidad en su casa a aquellos que la reclamen sin llevar el correspondiente pasaporte, que deberán mostrarles, bajo pena que si no lo hiciesen, por la primera vez, siendo plebeyos sufrirán doscientos azotes, i destino a las obras públicas u otra pena arbitraria al gobierno según las circunstancias, i siendo personas de calidad, la multa de dos mil pesos si son pudientes; i en caso contrario, cinco años de destierro a Juan Fernández; pero por la segunda vez se le aplicará irremesiblemente la pena de muerte, tan merecida por aquellos que son causa de tantas como ejecutan los crimonosos a quienes abrigan.

Todos aquellos que sabiendo el paradero de los expresados José Miguel Neira y don Manuel Rodríguez y demás comitiva, no dieren pronto aviso a la justicia más inmediata, sufrirán también la pena de muerte justificada por su omisión, incurriendo en la misma los jueces que, avisados de su paradero, no hagan todas las diligencias que estén a su alcance para su aprehensión.

Por el contrario, los que sabiendo donde existan los expresados Neira y Rodríguez los entreguen vivos o muertos, después de ser indultados de cualquier delito que hayan cometido, aunque sean los más atroces, y en compañía de los mismos facinerosos, se les gratificará además con mil pesos que se les dará en el momento de entregar cualesquiera de las personas dichas en los términos insinuados; bajo la inteligencia de que este superior gobierno será tan religioso en cumplir su promesa, como ejecutivo en las penas que van designadas; en esta virtud, para que lo contenido tenga efecto  y ninguno alegue ignorancia, publíquense los ejemplares convenientes, circúlese por los partidos del reino. Fecho en esta ciudad de Santiago de Chile, a 7 de noviembre de 1816”. Francisco Marcó del Pont.

Al día siguiente de su publicación en Santiago, Rodríguez, lo escuchó y leyó en las paredes de la Plaza Mayor. Escribió con fecha 8 de noviembre una extensa carta a San Martín, dándole cuenta de estos acontecimientos, y en ella le dice: aunque usted quiera cartas muy cortas. El odio al español es general, generalísimo. Ya no vale mi cabeza sino mil pesos. Han estudiado empeorarme o al menos identificarme con Neira”.

La carta es larguísima, da cuenta del número, armamento y vestuario de las fuerzas realistas, sin dejar de expresar sus picantes alusiones “a su señoría maricona”, el gobernador español Marcó del Pont.

20 días después, vuelve a escribirle a San Martín, con fecha 28 de noviembre de 1816. Le da cuenta de todos los movimientos de tropas y actividades de los españoles en el correr de esos días. Pero aquí se detiene largamente al expresarle, al frío general, sus amistades con las mujeres de su patria: “cada mujer de las escogidas vale por todos los hombres juntos. Mándeme carabanistas, pañuelos de seda para cubrir pechos, y otras droguillas de esta clase, muy bonitas y muy finas”.

La carta la firmó y selló con lacre que llevaba impreso, seguramente una imagen de un hombre encadenado, y por esto le dice a San Martín: “me lo regaló la mejor chilena y de la familia más sacrificada, ella me dijo: “así se halla tu patria y así me hallo yo”.


Diciembre 1816

Durante el mes de diciembre, ya es imposible caminar libremente por la capital y la provincia de Colchagua y Manuel Rodríguez viaja y permanece oculto planificando las tareas asignadas más importantes como son el asalto a Melipilla, San Fernando y Curicó. Mientras eso ocurre, se mantiene en movimiento levantando a la región con proclamas enviadas desde Mendoza que se entregaban de mano en mano o se publicaban en las puertas de las iglesias burlando la vigilancia de los realistas y con anuencia del pueblo.

Con ese secreto tan propio de sus actos, hizo circular por casi toda la providencia de Colchagua, proclamas remitidas desde Mendoza, por los innumerables correos de San Martín. Así hemos encontrado declaraciones del cura de Guacarhue, don José Joaquín Cañas, quien nos dice: “que por el mes de diciembre de 1816 amanecieron fijadas en las puertas de la parroquia las proclamas de Buenos Aires, en las que se exhortaban a los patriotas a reunirse contra los tiranos”. Cañas supo quien era el portador de esas palabras de libertad. “Lejos de denunciar al colocador de ellas, le aconsejó se escondiese”. El Juez de Vigilancia, don Antonio Lavín, que llegó con tropas, le pidió dijese quién había colocado las proclamas y quiénes eran los emisarios que andaban de un punto a otro. Cañas no dio la menor noticia y Lavín tuvo que retirarse.

Don Feliciano Silva nos dice: “Obtuve la comisión de hacer rápidamente los impresos que se remitieron desde la ciudad de Mendoza, y habiendo comisionado para Guarcarhue a un Francisco Calderón, cumplió con el encargo, fijando los impresos en la puerta de la Iglesia”. El cura Cañas supo que Calderón era el que había fijado las proclamas impresas, le llamó y le dijo que se ofrecía $500 por su persona, y que debía esconderse rápidamente”.

Por su parte, Marcó del Pont, ya convencido de la invasión a Chile, escribe al mariscal don José de la Serna, general en jefe del ejército español del Alto Perú con fecha 3 de diciembre de 1816.

“Debo manifestar a V.S. que mi situación actual es apurada, anunciándose próxima una fuerte espedición al mando del gobernador de Mendoza don José de San Martín, contra este reino, por diversos puntos atacables en la distancia de cuatrocientas leguas limítrofes, para cuya defensa son escasas las tropas de mi mando, debiendo atender al mismo tiempo a la seguridad interior de un país subyugado solo por la fuerza, rodeado de descontentos i partidarios de los enemigos. A no ser este contraste, me resolvería a pasar la cordillera i buscarlos en sus propios hogares. Por tanto, me veo en el caso de necesitar que V.S., estrechándolos en el Tucuman, observe sus retiradas para contenerlos sin que trascienda a Chile, miéntras yo me limito a la defensa pasiva de los puntos por donde puedan intentarla”. Este documento nunca fue recibido por de la Serna ya que fue interceptado en el camino por Belgrano y remitido a Mendoza.

San Martín decide que ya es tiempo de comenzar, antes de que Marcó consiga las ayudas que tanto solicita. Para apoyar la ejecución de los planes vino a Chile, designado desde Mendoza a la zona de Curicó, el guerrillero don Francisco Villota y Cotapos, quien debió llegar en los primeros días de diciembre de 1816 a esa región, para preparar el asalto, a una fecha determinada, y producir la confusión entre los realistas; ya que se tomaba esta ciudad, San Fernando y Melipilla, casi en pocos días de diferencia. Villota volvía de Mendoza portando buenas armas para su uso personal, como así mismo las necesarias para armar una guerrilla, que gracias a sus dotes de valor e intrepidez pudo formar en los campos de Teno. Hay constancia precisa que Rodríguez, junco con don Juan Pablo Ramírez estaban en Curicó en diciembre de 1816. Rodríguez, no solo encendía con su presencia los ánimos de los oprimidos campesinos, sino que llena y reparte en la región proclamas de ardiente libertad, salidas de su pluma llena de entusiasmo y valor, anunciando la pronta llegada de los patriotas y la libertad de la patria. Estudiado el plano de ataque, simultáneo si las circunstancias lo permitían, dejó Curicó, donde debía desarrollar sus actividades el valiente, fuerte y corpulento jinete Villota. A su vuelta, volvió a Colchagua y se entrevistó con su amigo don Feliciano Silva en los Rastrojos. Este nos ha dejado las siguientes líneas sobre estos momentos:

“Hecho esto y adoptadas otras sabias medidas, que su inagotable ingenio le ingería y su rara actividad ejecutaba, pensó ya en el ataque general, que casi a la vez y en diferentes puntos debía darse para llamar la atención de los realistas, me encomendó lo ejecutara junto con el benemérito patriota don Francisco Salas. Él partió para el de Melipilla, que era más arriesgado. Sus instrucciones eran dar el golpe en San Fernando, tres días después del de Melipilla”.

En su estadía en Santiago durante diciembre de 1816, habla de la situación que se vive en Santiago. Dos acontecimientos marcan este período: la muerte de los patriotas Traslaviña, Hernández y Salinas y la presentación del Acta de Independencia argentina.

San Martín había planeado crear focos de distracción en distintos puntos del país. Ya sabemos que Santiago actuaba de cabecilla Manuel Rodríguez y su grupo, en Colchagua Juan Pablo Ramírez hasta Curicó y Villotas en Talca. Para la zona de Aconcagua también designó un grupo que tenía la misión de promover la revolución, reclutar hombres y generar desórdenes en el lugar. Siguiendo las recomendaciones de José María Portus, comandante de milicias de Aconcagua emigrado a Mendoza, reclutó a José Antonio Salinas, vecino de Putaendo y a Juan José Traslaviña que era yerno y sobrino del mismo Portus. Ambos (Salinas y Traslaviña) se trasladaron a Quillota con la intención de ejecutar las órdenes de San Martín, para ellos se contactaron con don Ramón Arístegui, don Pedro Regalado y un joven de 17 años llamado Ventura Lagunas. Éste último tenía amistad con un sargento del Regimiento Húsares de la Concordia de apellido Las Rozas. El mencionado regimiento estaba acantonado en Quillota y a cargo del coronel don Manuel Barañao quien tenía fama de intransigente y exaltado. La Rosa no se sentía a gusto con su situación militar por lo que frecuentemente se reunía con Lagos para conversar sobre sus penas. En esas conversaciones, Ventura Lagos consideró apropiado comunicarle las novedades que ocurrían al otro lado de la cordillera asegurándole que pronto se vendría la invasión. Al mismo tiempo, quiso hacerlo partícipe de la misión asignada revelando fuentes y formas de comunicación. El sargento, que en principio se mostró bastante interesado, se vio envuelto en una situación de castigo por insubordinación y para obtener rebajas en el castigo decidió contar todo lo que sabía.

Plaza de Armas de Santiago de Chile

Barañao no se dejó estar. Investigando los datos llegó a la casa de los conjurados y los tomó prisioneros. De prueba usarían las cartas enviadas desde Mendoza firmadas por San Martín y Portus donde detallaban la situación del ejército insurgente y la misión asignada. Fueron llevados a Santiago a juicio marcial.

Arístegui consiguió escapar, el resto, al verse acorralados, decidieron confesar las culpas. Fueron acusados de todos los delitos prohibidos por Marcó: envío de correspondencia sediciosa, incentivar la revolución, conspiración, etc. Fueron condenados a muerte.

El 5 de diciembre fueron levantadas en la plaza mayor, tres horcas para ejecutar las sentencias. Laguna fue indultado por su edad pero conmutada la pena a diez años en Juan Fernández.

A las once de la mañana fueron colgados los tres guerrilleros. Como la pena por ahorcamiento estaba en desuso, el verdugo tuvo que utilizar carneros para practicar previo a la ejecución. Debió ser un espectáculo terrible.

Manuel Rodríguez presenció todo esto. Le escribía a San Martín detallando lo siguiente:

“Me parece sin remedio la esclavitud, si V. dilata tres momentos. No crea V. mi amigo y señor, que es precipitada la sola ambición de llegar al instante de reunirnos, que deseo mucho a la verdad.

V. no demore en preparativos. La redención de Chile necesita muy poca obra, nos aprovecharán, el terror, impotencia y torpeza del enemigo.

El enemigo no perdona ocasión, ni diligencia. La catástrofe del día 5 de diciembre, debilitó los ánimos. Los españoles publican tener 16 espías en Mendoza, y que los patriotas solo tienen 2.100 hombres y que sus jefes son del sistema realista y están de acuerdo con Marcó. El cañón, produce el primer temor de esta gente.”

Se quedó en Santiago durante más tiempo, ya que fue testigo presencial de la quema de la declaración de independencia argentina. Días antes, un emisario de San Martín, Juan José Condarco Álvarez, había cruzado la cordillera para entregarla directamente en las manos de Marcó del Pont. De esta forma se reconocía el terreno y se notificaba a todos los insurgentes, que el momento estaba cerca.

Renegando de la carta, Marcó ordenó hacer una ceremonia oficial en la plaza mayor y ante toda la tropa formada y las autoridades civiles y militares, hizo que el verdugo quemara el documento por traición.

Rodríguez opina al respecto e informa de la situación de armas en Chile:

“La comunidad duda en la fuerza del ejército de Mendoza, inclinada a su escasez, por la venida de la última embajada de Álvarez Condarco, que dice no necesitarse, habiendo poder armado. Y ud me dice del mezquino motivo de la embajada. Parece que descubre algo de hipocresía, importuna o indecisión de los pueblos de América. El diploma exigiendo reconocimiento de la independencia argentina, ha abierto nuevo margen a un millón de insultos y ultrajes al sistema americano.

El bárbaro arrojo de los españoles, enseña las obligaciones y consecuencias que deben llevar los hombres que tienen carácter y dignidad nacional, o AÚN NO HEMOS CREÍDO, O YO SOY UN LOCO, LO QUE SERÁ MÁS CIERTO.

Figúrese V. e efecto de quemarse el Acta por mano del verdugo, en formación de tropa, saludando a su rey, de las balandronadas en paseos y en tertulias, de las protestaciones en Gaceta, etc, etc,.

Todos los intermedios de Maipo a Maule se limpian fácilmente. Las calles de San Fernando se acopian de adobes para trincheras, se rozan los montes inmediatos a las avenidas del pueblo a cuatro leguas alrededor. Se mandan extender cómodas explanadas sobre los cerros vecinos, quemar Roma y Talcarehue, en que cae la Cordillera de las Damas y endereza recto al camino de Cuenca.

Se empeña el espionaje, se estudia borrar los vados de los ríos y en los puentes hay guardias, que registran hasta la última interioridad, ni dejan pasar sin pasaporte.

800 chillanejos, con dos compañías sacadas últimamente de Coquimbo son toda la fuerza que sigue al General al sur. En Quechereguas se encuentran 150 carabineros y una compañía en Rancagua. Talaveras y chilotes han recibido hoy orden de aprontarse y asegurar marcha el jueves o viernes.

Se anuncia caminar Marcó. Elorreaga ha salido para Concepción, no sé qué planes entreveo contra el intendente de Concepción.

Los chillanejos han ido con tan buena voluntad, que a os más se les llevó amarrados o con grilletes. Sé por buenos espías, que en los alojamientos los oficiales protestaron unirse a Neira o a las primeras fuerzas que coronen la cordillera. A los Dragones se les mandó volver o hubo desconfianza, que insinuó Morgado, pues marchaban amedrentados. Las partidas de Quintanilla no adelantan contra Neira. Siempre me escribe.

En Aconcagua mueve 400 Húsares de Concordia al mando de Barañao, y 150 Lanceros. El Alférez, el denunciante de Traslaviña. En Coquimbo no ha quedado una fuerza de fusil. En Santiago aún quedan artilleros como 200, muy mal disciplinados. Chilotes que llegan a 400 con la inmensa recluta que se les ha agregado; así la disciplina es muy desigual, bien que este cuerpo siempre se ha distinguido por sólo subordinación, honradez y constancia en la pelea y en las privaciones, pero han despertado mucho, con el trato y con la mezcla de otros americanos en el cuartel. Como lo prueba con sus grandes deserciones. Quedan en Valdivia, 500 de tropa muy regular y muy dispuesta a la revolución. Dragones 500 con una compañía recién llegada de Coquimbo y con una entresaca de los cuerpos para agregarle unos 200. En Juan Fernández hay 100.

Los Talaveras tienen buena disciplina y un repuesto regular. Es falso reducir la guarnición de Santiago a 800 hombres de Cazadores y Granderos. Los chillanejos marchan completos, ni se han pedido a los Húsares. No hay tal fusil recortado en sus compañías. Solo se rebajaron los fusiles a los Cazadores de Chiloé por la pequeñez de su cuerpo. De este batallón se han escogido 64 de los más robustos para atrincherarse con sueldo doble.

Al Fuerte de Santa Lucía, se le han aumentado 3 cañones de grueso calibre. Se trabaja con empeño una muralla alrededor del cerro, a media falda. A nadie se permite pasar cerca”.



Las cartas estaban echadas. La fuerza de Marcó del Pont disgregada y las guerrillas planificaban movimientos mayores para el siguiente año y que serían el precedente de la llegada del Ejército de los Andes.





Fuentes:
- Historia Jeneral de Chile, Tomo X. Diego Barros Arana
- Historia Jeneral de Chile, Tomo XI. Diego Barros Arana
- El ostracismo de los Carrera. Benjamín Vicuña Mackenna
- Manuel Rodríguez. Historia y Leyenda. Ernesto Guajardo
- La Dictadura de O'Higgins. Miguel Luis Amunátegui
- El paso de los Andes, crónica histórica... Gerónimo Espejo
- Historia de San Martín y la emancipación sud americana. Bartolomé Mitre

Imágenes obtenidas de internet.
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