La magia en Chile

Hechicería, magia, artes adivinatorias... ciencias tenebrosas, pactos demoníacos, brujería, todos nombres para lo mismo, dependiendo de quien esté hablando.

Desde siempre el hombre ha intentado explicar aquello que no puede entender y, aun ahora, pese a todos los avances tecnológicos y pruebas científicas, hay un mundo subterráneo, soterrado, lleno de explicaciones para cada una de las cosas que suceden y, muchas veces, los secretos trucos para hacer que las situaciones se tuerzan de acuerdo a nuestros deseos.



La magia admite varias clasificaciones. La primera es diferenciar entre magia "blanca" o "negra" de acuerdo si se utiliza para hacer el bien o el mal, respectivamente. Una y otra, vinculadas en terrenos paralelos a esta realidad, han coexistido desde siempre. Los cultores de la primera clase (magia blanca) han sido respetados por espantar epidemias, favorecer cosechas, controlar tempestades o adivinar tiempos de hambruna (las famosas vacas flacas). En cambio aquellos que se dedican a la magia negra, han sido aceptados con temor o simplemente, perseguidos.

Ya en la Roma Antigua (367 a.C) bajo el mando del Emperador Valente, se producía la primera persecusión masiva de brujos que luego sería tan repetida durante la Edad Media por la Inquisición.

Durante los siglos XVI y XVII Europa se vio convulsionada por una intensa persecución de brujas. Miles de personas murieron en la hoguera, ahorcadas, por torturas o privaciones. La mayoría por mano de la Iglesia Católica pero los protestantes, apenas comenzaron su existencia, se conviertieron en veloces condenadores y cazadores de este tipo de prácticas.

En 1484 el Papa Inocencio VIII promulgó la Bula Summis desiderantes affectibus, que establecía la persecusión en forma oficial y declaraba que muchas personas se habían alejado de Dios entregándose al demonio para, a través de hechizos y encantamientos, provocar enfermedades, matar seres humanos, dañar cosechas y ganados, evitar la procreación de niños y toda clase de abominaciones. Asimismo facultaba a dos frailes dominicos a proceder en contra de la depravación y obligaba a todo el mundo católico a prestarles la ayuda necesaria bajo pena de provocar la ira de Dios.

De esta forma se redacta el Malleus Maleficarum o El martillo de las Brujas, obra de los dominicos mencionados, Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, publicado en 1486 y que llegó a ser el manual y guía en los tribunales de la Santa Inquisición contra los casos de brujería.



Dividos en tres grandes partes, empieza condenando a la mujer y su calidad de colaboradoras con el demonio. Luego establece el alcance de los poderes y en la última parte, detalla las formas y técnicas para descubrir, examinar, encarcelar, interrogar y torturar a las brujas. 

Según los frailes, la brujería "es una alta traición contra la Majestad de Dios", por lo tanto, toda persona, sin importar su dignidad, cargo o condición, debía ser sometida a tortura, siendo su confesión la mejor prueba de su herejía. 

Según estos conceptos, el mundo se dividía en dos: el mundo del bien, es decir, el Reino de Dios y el mundo del mal o Reino de Satanás. Un cristiano bien portado es modelo de virtud y moral mientras que un servidor de Satanás, estará siempre luchando en contra.



España no se vio ajena a magos, brujos y adivinos. Ya en 1592 las Cortes solicitaban que se pusiera freno a los "pecados, errores y delitos cometidos por la maldita arte de la quiromancia y otras semejantes supersticiones levantadas por el demonio". Se dice que, incluso Diego Velásquez tendría libros de artes adivinatorias en su biblioteca.

Todo esta mentalidad llegó a América junto con españoles y europeos que se establecieron acá. Su forma de ver el universo se sobrepuso a las costumbres y mitologías propias de esta tierra, haciendo del mundo esotérico un amasijo, un revuelto de ambos mundos.

Tanto así que para 1629 las autoridades en Lima hicieron una denuncia formal a la Santa Inquisición sobre los expertos en nigromancia (adivinar el futuro llamando a los muertos), geomancia (a través de círculos, puntos o líneas hechos en la tierra), hidromancia (a través de la observación del agua o líquidos), piromancia (a través de las llamas), onomancia (usando cálculos aritméticos con el nombre propio) y quiromancia (lectura de las líneas de las manos) que abundaban en el nuevo mundo.

Pero lo que no cambió fue la idea de que la debilidad humana se encarnaba en determinados individuos y aquellos eran víctimas de discriminación, menosprecio y control excesivo. Tal es el caso de las mujeres y los indios. En el siglo XVIII, tanto indios como mujeres no podían aspirar a una condición completamente humana. Incluso, legalmente, ambos eran considerados, algo así como "menores de edad" y por ende, debían estar bajo la autoridad de un hombre. De esta manera, siendo más "débiles" el diablo los corrompería fácilmente ya que no tendrían la calidad moral necesaria para combartirlo. Prueba de ello sería la tentación de Eva en el Paraíso.

Esta concepción de subordinación de indios y mujeres a los hombres "blancos" y "europeos" está tan marcada que incluso las leyes civiles tienen un fuerte carácter paternalista y protector con ambos.

Si bien las prácticas adivinatorias fueron perseguidas y condenadas, la eterna división entre la magia blanca y negra se dejaba sentir al momento de los veredictos. El rey sabio Alfonso X prohíbe a los adivinos "vivir en sus reinos y a sus súbditos encubrirlos; pero si, a pesar de esta prohibición, alguno usare de medios para conocer el porvenir, probado que sea, incurre en pena de muerte y sus encubridores deben sufrir el destierro perpetuo." Los hechiceros reciben también pena de muerte si han practicado magia negra. Si es blanca, o "con entención buena, como sacar demonios de los cuerpos de los hombres, o para desligar a los que fuessen marido e muger que non pudiessen convenir o para desatar nubes, que echasse granizo o niebe, porque non corrompiese los frutos o para matar langosta o pulgón" no sólo no debe ser castigada, sino que aun "deue recebir galardon por ello".



En Chile, tal como cualquier colonia española, se perseguían los delitos aunque pocas veces fueron sancionados. De hecho, anterior a 1587 solo se conocen tres casos documentados pero sin resolución por falta de pruebas. En contra de Francisco de Escobedo por hechizos, Juana de Soto por hechizos y supersticiones y Diego Mazo de Alderete, por quiromancia.

Bullado fue el caso de María de Encío, antigua concubina de Almagro y casada, a instancias de este último, con el capitán Gonzalo de los Ríos (ambos terminaron siendo abuelos de la Quintrala). En un juicio polémico, fue acusada de quiromancia, consultar con indias adivinadoras y de inducción al aborto. A lo que ella declaró: "si una mujer casada o doncella se sentía preñada y no de su  marido, por encubrir su fama podía matar la criatura en el vientre o tomar cosas con que la echase". Y cuando se le reconvino, se mantuvo en sus dichos. Sobre la lectura de manos, dijo que sólo sabía de la línea de la vida y que en su momento, consultó con unas indias para saber si un hijo suyo que estaba en la guerra (de Arauco) estaba vivo o muerto y que lo había hecho como pecadora y como madre.

Tiempo más adelante confesó que en una oportunidad, estando su marido en amores con una mestiza, pidió a una india que le diera algo para atraer a su marido y ella le dio una raíz que debía llevar colgando. Hizo eso hasta que un cura le dijo que era pecado.

Fue condenada a abjurar en levi, es decir, por faltas menores y al pago de una fianza de mil pesos ensayados junto con penas espirituales.

Fue llevada a Lima para el proceso en 1579 con gran escándalo, pero, pese a la sentencia favorable, en una carta fechada en 1581 todavía estaba en las cárceles secretas, sin dinero para volver y pidiéndoselo a su  marido (dueño de unas minas de oro) quien demoró más de un año en enviárselo.

Finalmente, fue nuevamente acusada, esta vez de matar a su marido vertiendo azogue en su oído mientras dormía, pero esa es otra historia.

Posterior a eso, no se mencionan grandes procesos por brujerías en contra de españoles en el siglo XVII, pero en el siglo XVIII aparecen dos: un esclavo mercedario de Chimbarongo, que daba hierbas para hacerse querer y una zamba santiaguina que adivinaba la suerte en el amor a través del humo del cigarro. La mujer fue condenada a destierro en Valdivia durante 10 años.

En el caso de procesos contra indígenas, existen 6 iniciados pero incompletos. Uno de ellos, acusado de hechicero que por "malas artes" habría muerto a una india. Fue condenado a diez años de destierro, cien azotes y corte de cabello en panderetas.

Las acusaciones eran variadas. Iban desde las enfermedades causadas misteriosamente que serían provocadas por brujos, andanzas nocturnas visibles para unos e invisibles para otros, transformación en animales (zorros, aves, culebras, etc), intentos de envenamientos con polvos asquerosos, apariciones de luces que suben y bajan sin explicación, costumbre del brujo de guardar sabandijas bajo la cama, cargar con bolsas con objetos sospechosos como culebras secas, partes de pájaros, hijos, huesos, etc., hablar como animales, tener fama de brujo o haber sido señalado por una machi como tal.



Hubo, eso si, otro caso importante en el sur de Chile. El 6 de septiembre de 1749 se presentó ante el cura de Chillán el capitán Alejo Zapata para formalizar una acusación contra Josefa, una india a su servicio. Habiéndola reprendido por huir de la propiedad, ésta le quemó la cocina y enfermó a su esposa Rita Dupré, a través de los servicios ofrecidos por Melchora, una india vieja, y de unos pájaros nocturnos llamados guairabos. 

Abierto el proceso se procedió con los interrogatorios de rigor y la india Melchora, acusó a varios indígenas más de brujos y al "dueño de la cueva donde se juntaban todos los del Arte para hacer celebración del demonio... y el cual sabe y conoce a los demás brujos y hechiceros que entraban a celebrar en la cueva".

Comenzó la cacería. Se detuvieron en la cárcel y algunas casas particulares a 19 nativos acusados de asistir a las reuniones en la cueva y de tener tratos con Satanás. Muchos de ellos confesaron que se transformaban en aves o en zorros para ir a las reuniones, donde practicaban ritos, bebían, bailaban y besaban a un chivato en el rabo.

Todos fueron declarados culpables y sentenciados a azotes, "hasta hacer correr sangre", seguramente también a destierros pero no encuentro la información fidedigna para darlo por efectivo.

Ya en épocas de la República, se efectuó otro gran caso de enjuiciamiento a brujos en Chiloé. En 1880 el Gobernador Martiniano Rodríguez debido a las repetidas quejas decidió llevar a proceso a sociedades místicas establecidas en en Archipiélago y que "en el útimo cuarto del siglo XIX, no se limitaron a simples actos de hechicería sino que decididamente se dedicaron a asesinar por cuenta propia y ajena, extendiéndose el terror en todas las islas del Archipiélago de Chiloé". Serían más de 100 personas las involucradas.

La mencionada sociedad no era otra que La Mayoría, una agrupación de brujos y machis que establecieron su campo de acción en todo el Archipiélago, al que llamaron La Recta Provincia. Comprendía siete distritos y estaban dirigidos por un Rey, con leyes propias y tribunales para resolver. 



Todos los involucrados fueron tomados detenidos y puestos bajo resguardo, según la orden emitida por la autoridad. "En un día dado hiciesen una recogida de todos los brujos y se los remitiesen a Ancud, con todos sus trebejos, yerbas, que debían servir de cuerpo de delito. Llegados que fueron se encerró con ellos y, uno a uno, fueron convencidos breve y sumariamente de la impotencia de su institución.

Bajo el cargo de asociación ilícita, fue desarticulado el Tribunal y su funcionamiento, aunque aun, en lo profundo de las islas perduran los mitos y creencias de la vigencia de la Recta Provincia y la certeza de estar siendo vigilados por este Rey a quien es imposible esconderle algún secreto en los límites de las islas. 

Asesinatos misteriosos, muertes de animales o enfermedades repentinas, pueden ser los castigos para aquellos que no quieren escuchar cuando el Rey da su veredicto.





Fuentes:
- Reyes sobre la tierra, brujería y chamanismo en la cultura insular. Gonzalo Rojas Flores
- El delito de hechicería en Chile indiano. Antonio Dougnac Rodríguez
- Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Lima. José Toribio Medina
- La Inquisición en Chile. José Toribio Medina
- Diablos, brujos y espíritus maléficos. Holdenis Casanova
- Potestad marital y los derechos de la mujer casada en el derecho indiano. Antonio Dougnac Rodríguez
- Proceso a los brujos de Chiloé. Jeannette Pulgar

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