Las mujeres de Pedro de Valdivia: La famosa Inés Suárez

Hoy hablaremos de la más famosa de las mujeres de Pedro de Valdivia, conquistador y fundador de Chile, doña Inés Suárez.


Durante el sitio de Santiago en 1541
Inés de Suárez, quien propiamente se llamaba Inés Suárez, ya que el "de" español hace referencia a familia noble o de alcurnia, poseedora de territorios, cosa que no sucede con la protagonista de esta historia.

Inés nació en 1507 en la ciudad de Plasencia, en la parte norte de Extremadura. Su abuelo fue un ebanista, (experto artesano en la fabricación de finos muebles de madera) quien mantenía a la familia, ya que su madre, una costurera con una enfermedad incurable al estómago, no podía manterse sola con su hija. Fue ella la que enseñó a Inés el arte de las agujas que tanto le serviría después. Además, esta inquieta señorita, era muy buena cocinera, algunas fuentes indican que hacía empanadas, pero como no tengo mayores referencias, lo dejaré en duda, todavía. Tenía además, una hermana.

Eso es lo que se sabe de seguro, pues no está claro cuáles fueron sus motivaciones para embarcarse sola al otro lado del mundo, literalmente.  Una de las teorías indican que, con apenas 19 años, se casó con Juan Málaga, un aventurero donjuán que no le trabajaba un día a nadie pero le gustaba divertirse con mujeres y el juego, gastándose el dinero que Inés ganaba con tanto esfuerzo. De hecho, para casarse, tuvo que presionar su abuelo, ya que el mozo no quería cambiar de estado pese a haberse llevado la doncellez de la muchacha. Este Juan Málaga tuvo la genial idea de embarcarse para las Américas y así, sin dar aviso a nadie, partió llevándose el dinero de su mujer. Inés espero cerca de un año alguna novedad del marido, hasta que de pronto recibió una carta contándole que estaba en Venezuela intentando hacer fortuna en el Nuevo Mundo. Y como no estaba en su carácter ser una viuda de las Indias sino una mujer joven, vigorosa y con ganas de hacer cosas nuevas, decide partir a buscar a su marido y formar allá la familia que en España, producto de las malas influencias, no pudieron tener.

También se señala que habría enviudado en España y ya en esa condición, decidió partir a buscar fortuna al otro lado del mar. Hay algunos que piensan que se embarcó con marido y todo pero esa queda descartado al revisar el Catálogo de pasajeros a Indias que indica que a principios de 1537, en la nao del maestro Manuel Martín, partían doña Inés Suárez y su pequeña sobrina. Supuestamente esta sobrina se llamaba Constanza y habría sido seducida por otro pasajero del barco para luego casarse apenas llegaran a Tierra Firme (actual Venezuela), pero es solo especulación, ya que de la mentada sobrina, no se supo más.

Pero no fue tan fácil como pagar el pasaje y listo. El Consejo de Indias pedía, además de una suma importante de dinero, documentos sobre la calidad de sangre de su familia (no se podía tener ascendencia mora o judía), acreditación de su buena fe católica y, en el caso de las mujeres, ir acompañada por algún miembro de la familia, como dijimos antes, una sobrina suya. No se menciona marido alguno.

Supongamos, como la mayoría, que viajó buscando a su marido y apenas llegó allende los mares, se entera que es viuda. Solo existen especulaciones sobre lo que la motivaría a viajar al sur, encontrándose en el Cuzco para el año 1539, donde favorecida por el cabildo del Cuzco, en mérito de los servicios prestados por su difunto esposo, con una pequeña vivienda y el derecho sobre algunas indias. 

De qué o cómo vivió durante este tiempo es fácil de adivinar. Por esos años, había pocas actividades a las que las mujeres se pudieran dedicar. Podían ser criadas de otras más adineradas, tal como se estilaba en España pero acá dejaban ese trabajo a las indias. Ser parteras y dedicarse a sanar enfermos con hierbas y ungüentos, ser cocinera o costurera fina (y no tan fina también). Según se detallan las funciones que realizó durante los años que acompañó a Valdivia, doña Inés, habría practicado todas las anteriores. Es así como, por ejemplo, Pedro de Valdivia, una vez decide viajar a conquistar tierras, consigue una autorización para llevarla consigo (ya eran amantes), según sus propias palabras fue allá con licencia del Marqués (Francisco Pizarro) é yo la recojí en mi casa para servirme de ella por ser mujer honrada para que tuviese cargo de mi servicio de limpieza, é para mis enfermedades.
 
Obispo Rodrigo González Marmolejo

Una vez comenzada la travesía, se enfrentan a distintas dificultades tanto climáticas como las hostilidades de los índigenas que ya conocían a este tipo de hombres al haberse visto las caras con Diego de Almagro anteriormente. De hecho, los indígenas quemaron sus cosechas y escondieron sus animales para que los extranjeros pensaran que era una tierra sin recursos. Hubo un grupo que así lo creyó y quería devolverse a Perú. Otro, al mando de Pedro Sancho de la Hoz, quiso eliminar a Pedro de Valdivia para comandar él la travesía. Aquí entra nuestra protagonista ya que, enterándose de la situación, da aviso a Pedro de Valdivia e impide que lo maten. 

En otra oportunidad, estando en el desierto y ya sin agua, los soldados sin ánimos para seguir, la doña mandó cabar la tierra en el asiento donde ella estaba, i habiendo ahondado una vara salió al punto agua tan en abundancia, que todo el ejército se satisfizo.

Valdivia, agradecido, aprendió a escuchar el consejo atento de su compañera de viaje y a no desmerecer sus comentarios. Los envidiosos dirán que es bruja y que maneja a don Pedro con la punta del dedo.

En diciembre de 1540, ingresan al valle del río Mapocho por el Camino del Inca, más tarde el Camino de Chile, hoy calle Independencia, armando un campamento en el sector de La Chimba, rivera norte del mencionado río.  Fundada la ciudad de Santiago, es trabajo de doña Inés, como buena mujer y ama de casa, ordenar, administrar y preveer como todas las mujeres sabemos hacerlo, en silencio y logrando que los hombres piensen que lo hacen todo ellos. En este caso, los hombres fundan, plantan los cimientos, se reparten las tierras y se van a otro lado a fundar otra ciudad. Pero los problemas cotidianos, los pequeños dolores, las disputas por los huevos de la gallina o el trozo de carne o la quemadura que se ampolla, lo soluciona doña Inés. Se gana el respeto de la gente porque acompaña, sana y cuida. Aprende a escribir y leer con quien sería el Obispo de Santiago, Rodrigo González Marmolejo, y se dedica a enseñar cristianismo indios y españoles. Además, comienza a aprender mapudungun, llegando a ser intérprete en muchas negociaciones.

El 11 de Septiembre de 1541, a escasos meses de establecidos en el sitio donde se encuentra Santiago hoy, Valdivia se encuentra luchando contra unos indígenas que estaban más al sur y que se habían sublevado a su orden, cuando son sitiados por otros caciques que estaban al tanto de la ausencia del adelantado con las tropas. Así en desventaja, los recién llegados tienen que armar la defensa y doña Inés no descansa animando, curando heridas con lo que se pueda, limpiando, acarreando agua para los sitiados. Anteriormente a este episodio, Pedro de Valdivia había descubierto una confabulación de caciques que se estaban armando en su contra, los invita a comer con el pretexto de ganar sus favores, pero los toma prisioneros y luego parte al sur.  Estos caciques se encontraban encerrados durante el sitio y se les estaba resguardando para utilizarlos como moneda de cambio en caso de que fuera necesaria la negociación. Pero Inés de Suárez, al ver la situación tan desesperada, sugiere se les decapite para escarmentar a las huestes indias, pero los guardias no se atreven. Mujer práctica y resuelta, cuando uno de ellos le pregunta como se hace eso, ella, con la espada en una mano y el cabello del cacique en la otra, solo atina a responder Desta manera! y le corta la cabeza. Con ese ejemplo, el resto lo hicieron los soldados. Lanzaron las cabezas contra los indígenas que, al ver que el objetivo se perdía, batieron en retirada. Aun así, Inés se vistió con cota de malla y frente a los soldados, los animó para no bajar los brazos. Luego se dedicó a sanar heridos e intentar recuparar lo que quedaba de la incendiada ciudad. Apenas les dejaron unos cuantos cerdos y gallinas y, adivinen quien los había escondido... pues doña Inés. Claro, no es que la idea se le ocurriera solo a ella porque es la protagonista, es que era la única mujer que había allí, porque de haber más, seguramente habrían pensado lo mismo.

La Viñita
Al regresar Valdivia, le entregó tierras y encomiendas, como si fuese un soldado más. Este tratamiento especial a una mujer, fue haciendo mella en los enemigos de Valdivia quienes, en 1548 lograron llevar a juicio al adelantado acusándolo de múltiples cosas, entre ellas, de vivir en pecado con una mujer que no era su esposa. Valdivia, logró librarse de todos los cargos, pero no del de amancebamiento. La sentencia fue terminante, debía casarla o enviarla a Perú, pero con ella en las mismas condiciones no se podía quedar, de hecho, no podía conversar inhonestamente, ni viva con ella en una casa, ni entre ni esté con ella en lugar sospechoso, sino que en esto, de aquí en adelante, de tal manera se haya, que cese toda siniestra sospecha que entre ellos haya carnal participación.

Conocedora de la orden de separarse de Valdivia, decide casarse y así no perder lo que, con razón, se había ganado. Contrae nupcias con don Rodrigo de Quiroga, un joven venido desde Galicia, traído a Chile por Valdivia como soldado y que terminó siendo un de los tres gobernadores nombrados por Valdivia en su testamento. 

El 2 de Enero de 1520 se casan recibiendo como regalo del conquistador, la Estancia de Monserrat, cerca del río Mapocho. Esta propiedad más las que ya tenía en Alhué la convierten en una rica hacendada, algo que ni en Perú o España habría logrado por mucho esfuerzo que pusiese. Muchos pensarían que se dedicó a sufrir por Valdivia, pero no fue así. Desde ese momento se dedica a la caridad, atender enfermos y a ser ejemplo de esposa. Se convierte en la primera partera de la ciudad y mujer de referencia en la naciente sociedad santiaguina. 

De su propio bolsillo se construyó la Iglesia de la Merced invirtiendo la suma de quince mil pesos, y además donó para su interior cuatro capillas de cal y ladrillo por un importe de dos mil pesos. Los restos mortales de doña Inés y de su marido, descansan en el interior de esta iglesia.

Además, es la fundadora de la primera iglesia de Chile. Según cuentan los registros, cuando se estableció el campamento al lado del Mapocho, Valdivia se reservó los más fértiles terrenos donde construyó la casa que compartió con doña Inés. En 1545, ella decide levantar una ermita en honor de la Virgen de Monserrat en los faldeos del Cerro Blanco, actualmente comuna de Recoleta, Santiago. Más adelante, como se indica arriba, Valdivia cede los terrenos a Inés para la mantención de la capilla que vendría a ser la primera construcción eclesiástica de Chile. Su emplazamiento se ha modificado un poco para darle mayor acceso y se ha reconstruido un par de veces producto de los terremotos tan comunes en mi pais. En la actualidad, se encuentra ubicada en la intersección de Avda. Recoleta con Santos Dumont y se le conoce como La Viñita, por los viñedos que la rodeaban al momento de su construcción.

Lápida de la tumba de Inés de Suárez y Rodrigo de Quiroga


Una vez fallecida, la familia Quiroga entregó a la orden mercedaria, la capilla ubicada en los terrenos de doña Inés que se encontontraban en la hacienda de Alhué.

Muere en 1578, luego de una larga, venturosa y apasionante vida.


Fuentes
- Mujeres en el Reyno de Chile. Sor Imelda Cano
- Proceso de Pedro de Valdivia. Barros Arana
- La revelación de la mujer tras la Conquista. Jeanette Castillo Donnay
- Inés del alma mía. Isabel Allende
       

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