Búsqueda






Se llamaba Niña y buscaba el color de su destino.  Sabía desde tiempos inmemoriales que debía encontrar ese color pero aún no había sucedido.


Comenzó el viaje por el camino angosto que se marcaba inmediatamente desde sus pequeños pies.  A veces, el camino se oscurecía y no podía ver ni la palma de su mano.  Pero las más, alumbraba el sendero un sol dorado, hermoso, cálido, que le abrigaba el corazón. Caía sobre ella como un manto diáfano, como una suave tela que se posaba sobre su piel y se derretía.  Intentó probarse el dorado rayo de luz pero se convertían en agua al contacto y se deshacía entre sus dedos.


De pronto, al llegar a una esquina se encontró con un príncipe gitano.  De ojos grandes con hechiceras pestañas deslumbrantes en su belleza marrón.  Tenía el porte gallardo de su raza y el nocturno pelo brillaba suavemente.


-¿Qué buscas? ¿Quién eres?- preguntó con ojos zíngaros.


-Soy Niña y busco el color de mi destino.  Intenté usar el dorado del sol. Pero no lo pude atrapar- respondió ella, resignada.


-Cierra los ojos y no te muevas.  Te mostraré los colores que tengo, seguramente, alguno te servirá.


Ella cerró los ojos y sintió el roce de unos labios sobre los suyos, tan suave, que tiñó de color sus mejillas. Al abrir los ojos, sorprendida, pudo ver como el príncipe gitano sacaba de su bolsillo mágico un ramo de colores y se lo ofrecía.


-Este es el arcoíris que capturé ayer- dijo ufano. –busca tu color, seguramente aquí estará, pero a cambio tendrás que darme tu alegría.


Ella miró las manos del gitano y vio que de cada dedo salía un color.  Tomó el verde de los árboles y lo puso sobre su brazo, pero el color resbaló.  Probó con el azul de los mares y también este cayó.  Intentó con el amarillo de las margaritas pero se deshizo en sus dedos.  Así fue tomando cada uno de los colores pero nada consiguió.


-No te debo nada, príncipe gitano- dijo ella –ninguno de tus colores quiso quedarse conmigo.


-Está bien- dijo él –pero por el intento me debes una sonrisa y te dejaré seguir.


Ella buscó en su interior, recordó la sensación maravillosa de sentir el sol sobre sus hombros, la humedad del rocío en sus pies y sonrió. Primero en su alma, luego en los labios para terminar iluminando sus ojos. Fue la sonrisa más deslumbrante y limpia que había visto ese gitano y lo maravilló.  La tomó con cuidado y guardó en su bolsillo mágico, luego le besó la mano y haciendo una reverencia, la dejó seguir.

Ella continuó avanzando por el sendero hasta que se encontró con un hermoso Lago de Sueños.  Se desnudó de los miedos y se lanzó al agua.  Sumergida en ensoñaciones disfrutó del descanso.  Flotó sobre el agua clara que le mecía y viajó hasta lugares inesperados.  Ingrávida, cerró los ojos y se concentró en dejar que los sueños penetraran su piel.  Se vio a si misma llena de alegría, mientras de sus manos salían rayos de conocimiento ancestral.  Vio su pelo largo suelto como si el viento quisiera tejerlo.  Se sintió hoja, ave, raíz y luz. 


La sombra de una nube atravesó su cuerpo y supo que era hora de seguir. Miró su piel, miró alrededor y recordó que aun no encontraba el color de su destino. Tomó algunos sueños y se los puso encima.  También cogió algo de sapiencia y un poco de calor del sol para si hacía frío y siguió.


Viajaba mirando el paisaje y disfrutaba ver los cambios que se iban sucediendo. Árboles añosos, flores nuevas multicolores y hermosas, malezas y espinas también.  Todo se mezclaba en su camino. A veces, debía subir algunas cuestas; unas eran más fáciles que otras. Pero las iban pasando con optimismo.


Sintió hambre y al buscar que comer, vio una cabaña escondida entre el follaje de unos árboles.  Como había luz adentro, se acercó.


-Buenas tardes –dijo, luego de golpear la puerta –mi nombre es Niña y, aunque no quiero molestar, me gustaría saber si tiene algo para comer y compartir.


La ventana se abrió y detrás de una mesa había una mujer.  El cabello de plata, la sonrisa un poco cansada, los ojos la miraban con ternura.


-Pasa, Niña, siéntate a comer conmigo y podremos hablar.  Cuéntame qué haces caminando por el Sendero de la Vida? –preguntó la mujer mientras ponía sobre la mesa distintos bocadillos y bebidas. Niña se sentó.


-Busco el color de mi destino –dijo Niña –primero quise ponerme el calor de los rayos del sol, pero no pude atraparlos.  Luego intenté con los colores del arcoiris que me ofreció el príncipe gitano pero ninguno se quedó en mi piel.  Ahora vengo caminando desde el Lago de los Sueños pero solo pude tomar algunos para vestirme y nada más. Me puedes ayudar?


-Claro –dijo la mujer –pero antes debes alimentarte, esto también te ayudará, puedes comer lo que quieras de esta mesa. Hay bebidas de amistad, dulces de alegría, pan de tristezas y pasteles de sabiduría, disfruta!


Niña comió y bebió de lo que la mujer le ofreció.  Cada cosa de deshacía en su paladar con un sabor exquisito y desconocido. La bebida de amistad le entibió el corazón.  Los dulces de alegría le hicieron cosquillas por dentro, el pan de tristezas tenía un sabor dulce pero frío y el pastel de sabiduría, sabía a raíces y a sol.  La conmovió profundamente haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas.


-Bien –dijo la mujer –elegiste la sabiduría después de todo lo demás y eso hace que disfrutes mejor de todos los sabores y no los olvidarás.  Ahora, -dijo levantándose –hay una postre que no debes dejar de probar.  Es importante, te ayudará en tu búsqueda.  Es chocolate de amor.


Y le entregó un bombón relleno con almíbar de amor. El probarlo fue como una explosión de sabores en su boca.  A ratos, muy dulce con toques de amargura, pero en el paladar dejaba un delicado sabor a paz.


-Estaba delicioso – dijo Niña relamiéndose – pero cuando se puso un poco amargo, me dieron ganas de llorar, me puse muy triste, aunque al final, la paz fue lo mejor.


-Así es el amor, a veces dulce, a veces amargo, pero al final, cualquiera que este sea siempre hay paz, cuando uno sabe disfrutarlo a pesar de su amargura.  Pero solo puedes comer uno solo porque solo un gran amor tendrás.  Los demás, serán ilusiones pasajeras, solo se quedará en tu piel.  Ahora debes seguir tu camino –dijo la mujer mientras encaminaba a Niña hasta la puerta –pero un último consejo te doy –tomó sus manos seriamente –antes de encontrar el color de tu destino, debes identificar un olor especial, particular.  Si lo piensas, cada recuerdo, cada momento, está marcado por un aroma único. El destino de cada cual es similar, está marcado de olores, aromas, perfumes que lo identifican.  Una vez que lo encuentres, sigue esa estela y encontrarás tu destino. Será maravilloso.  Serás lo que estás llamada a ser.


La besó en la frente y Niña partió.



Pensaba en las palabras de la mujer y veía imágenes de su camino y podía sentir su aroma.  El olor de la tierra húmeda cuando despierta el día y se desperezan las flores, el aroma del pan recién horneado en la cocina tibia de su hogar, el perfume de la almohada de sus padres como un refugio templado y eterno.  Sintió nostalgia y felicidad al mismo tiempo.


Así pensaba y caminaba.  A veces, tropezaba y caía, pero se levantaba, sacudía sus rodillas y seguía. En otras oportunidades, el golpe fue más fuerte y sangró, pero ella limpió sus heridas.  De esta forma, fue ganando cicatrices en su piel pero nada le impedía avanzar buscando el color que marcaría su destino. De pronto, el día se nubló y comenzó la lluvia a caer sobre ella.  Lluvia fría e intensa que no dejaba ver nada.  Niña corrió y corrió, no tenía nada para protegerse.  Los sueños que la cubrían, no servían para mantenerla seca de la lluvia, el sol que había guardado, no alcanzaba a darle calor, la sabiduría que había comido, no le había enseñado a enfrentarse a la lluvia. Se asustó y corrió.  Corrió, sin mirar, hasta que chocó contra algo.  Ese algo la abrazó y le dio calor…y le secó sus lágrimas e hizo que se olvidara de todo cuando la besó.


Era un hombre y tenía un intenso olor a lluvia.  Niña recordó lo dicho por la mujer y se aferró a este olor.  Abrazó con fuerza a este hombre y se vio a si misma en el fondo de sus oscuros ojos.


Él dijo: “Siempre estaré contigo, seremos uno desde hoy” con voz de hojas de otoño y desapareció.





Ella gritó, se precipitó al vacío.  La luna se quebró en mil lágrimas con su nombre y un extraño calor la inundó.


Un torbellino de emociones, colores, olores y sabores la fue rodeando elevándola hasta el cielo.  Ella giraba mientras sentía la piel que se le caía a trozos dejando brillos cósmicos en su lugar. Cayó. Flores y hojas hicieron una alfombra para recibirla.  Lloraba, pequeñas perlas tambaleantes colgaban de sus pestañas.


Tomó un cristal del suelo y miró.  Vio al Hombre con olor a lluvia y se vio a si misma.  Pero ya no era una niña, era distinta y era bella. Abruptamente, entendió todo.  Olió su piel y estaba impregnada con olor a lluvia.  Había encontrado su color.  Miró su cuerpo y vio que refulgía.  Se llamaba Mujer y ese era su destino.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...