Hora de ir a clases: La escuela de primeras letras

En un principio, durante los años de Conquista, la educación en nuestro país estaba a cargo de las distintas órdenes religiosas que llegaron de España puesto que fue utilizada como medio de evangelización y sometimiento de los indígenas.

Con los siglos la situación fue cambiando un poco y se amplió el círculo de estudiantes incorporando los hijos varones de los nacidos en Chile, ya fueran hijos de familias ilustres, pobres o indios.  Quienes tenían prohíbido asistir a las escuelas, eran los negros, mulatos y zambos, en el fondo, cualquiera que tuviera en su sangre rasgos de haber sido o ser esclavo.

Los alumnos eran divididos de acuerdo a su categoría social
Recordemos que nuestra sociedad, en el siglo XVIII y XIX era marcadamente clasista, siendo el color de piel el gran elemento discriminador. Aunque la estratificación social dependiera de múltiples factores, uno muy importante era parecer español y mientras menos rasgos o colores negros o indígenas mostrara la piel, mejor "calidad" de persona era. Esta calidad determinaba los beneficios que podía tener la persona, condiciones laborales, alianzas matrimoniales, trato judicial, etc. Y la educación no escapa a estas situaciones.

La educación de las masas no era una gran preocupación para la Corona, que consideraba esto como una actividad caritativa, por lo que las órdenes religiosas se hacían cargo. De todas formas, surgen también las escuelas laicas de primeras letras, dependientes de los cabildos. En ambas se enseñaban los mismos contenidos, pero las segundas eran gratuitas ya que estaban dirigidas a los más pobres. Con el tiempo, familias acomodadas enviaban a sus hijos a las escuelas laicas gratuitas siendo estas más concurridas que las de los conventos.

Cada cabildo tenía un fondo para el mantenimiento de la escuela y el pago del profesor. En caso de ser una ciudad pequeña, el pago se hacía a través de cuotas que se les pedían a locatarios para este fin. Por ejemplo, en Rancagua, el pago del profesor se hacía a través de la recaudación de dos canchas de bolas y medio real que pagaban los dos carniceros de la ciudad.

Cabe destacar que las condiciones eran precarias en las escuelas. Y el pago a los profesores el mínimo para vestir y vivir con decencia.  Junto con hacerse cargo de impartir los conocimientos, eran los maestros quienes incurrían en gastos de mantenimiento de las salas de clases y el equipamientos de los alumnos. Hubo un juicio, en el que el profesor demostró haber ayudado a sus alumnos (incluso a aquellos que tenían dinero) con cartillas y catones(1) para las clases. El cabildo tuvo que pagarle todos esos gastos al profesor que había desembolsado de su bajísimo sueldo. Además, los maestros tenían prohibido recibir cualquier pago o regalo por parte de los alumnos o los padres de estos.

Cartillas y catones, materiales de estudio
No cualquiera podía ser profesor. Obviamente, todos los religiosos podían enseñar, pero en el caso de los laicos, estos debían tener el Título de Maestro que era entregado por el Capitán General del reino. El postulante debía estar patrocinado por el Cabildo y entregar información sobre su vida y costumbras, además de documentos que certificaran la calidad (nivel de mestizaje) y su limpieza de sangre, es decir, no ser hijo de uniones ilegítimas, además de sus cualidades cristianas, para eso, se presentaba un certificado del Santo Oficio. Incluso debía demostrar no haber nunca ejercido oficio servil que eran las tareas propias de las castas más bajas (indios, negros, mulatos y zambos). Si podría demostrar su virtud a través de testigos, mucho mejor.

Depende de quien eres, es donde te sientas

Las clases se dividían en cuatro categorías: 
  •  Mínimos: los alumnos aprendían a leer, escribir y rezar. Rudimentos básicos
  •  Menores: reforzar lo aprendido en el primer nivel.
  •  Mayores: los estudiantes aprendían gramática, aritmética y el catecismo, además de escribir al dictado para fortalecer la ortografía.
  • Latininidad: los estudios de latín era parte de los niveles superiores y solo quienes estaban interesados en ir a la Universidad, ingresaban a ellos. Muchos de los textos universitarios estaban en latín. Había muy pocas escuelas de latinidad en Chile, generalmente, los profesores hacían clases particulares para preparar a los alumnos.
La clase estaba dividida según la categoría social de los alumnos. El maestro en la testera, a su costado y bajo el docel, el Emperador y los capitanes, y luego los hijos de familias ilustres en las primeras dos partes más cercanas al profesor, esta era la Primera. 

Luego de esto, al final de las salas, se ubicaban los alumnos más pobres, también en orden de precedencia de acuerdo a su categoría social sentados en la segunda. Para graficar esto, José Zapiola, estudiante de esos años, nos cuenta que un día, según nuestros recuerdos, habíamos hecho cierta travesura, nos dirigió fray Antonio estas palabras "Z... pase Ud. a la segunda! Al recibirnos en la escuela, el maestro nos había colocado en la primera, a causa, sin duda, de vernos con medias y decentemente vestidos; pero es probable que algún soplón pusiera en su noticia que el tal Z... no pertenecía al orden ecuestre(2) y que debía ir a la segunda, al lado de los suyos."

Tinteros de loza
Los alumnos de la primera recibían el tratamiento de Don antes de sus respectivos nombres y sus padres debían pagar mensualmente, cuatro reales por la educación de sus hijos; en cambio, los de segunda, no recibían tratamiento alguno y su educación era gratuita. Todos debían llamarse de usted, no se permitía el uso del tú o vos aun entre pares. El uso de sobrenombres se castigaba severamente.
 
Estaba absolutamente prohibida la asistencia a clases de negros o zambos. Hubo un caso de suspensión por un año del profesor como castigo de haber tenido a un negrito entre sus alumnos. 

Cargos especiales

El profesor era el responsable de los alumnos y estaba pendiente de ellos tanto dentro como fuera del aula. Para ayudarlo en su trabajo e incentivar los buenos comportamientos entre los alumnos, escogía a algunos como asistentes, que tenían los siguientes nombres y funciones:

  • El Emperador: este era el principal de los cargos escolares. Reemplazaba al maestro en sus ausencias, castigaba a los delincuentes, enseñaba las lecciones a los atrasados. Se elegía por votación directa de los mismos alumnos
  • Capitanes: eran dos alumnos que se ocupaban de que cada cual ocupara su puesto respectivo y debían pasar la lista. Además, entregaban los materiales a los compañeros.
  • Pasantes: Estos debían ayudar al profesor a tomar las lecciones cuando los cursos eran muy grandes.
  • Libreros: eran quienes debían guardar el material y tenerlo listo para la clase siguiente. Además, debían tener un inventario de los útiles necesarios y avisar cuando fuera necesario hacer reposiciones. Debían también procurar el buen estado de las plumas.
  • Escoleros: Eran los encargados del aseo. Siempre recaía en los alumnos más pobres o de la segunda clase. Debían barrer la sala y procurar que los tinteros estuvieran llenos y listos para usarse en clase.  Generalmente, se daba como castigo por alguna falta y si el aseo estaba bien hecho, el alumno se ganaba un parco.
  • Sacristán: Debía cuidar y arreglar el altar de la escuela. Era un puesto muy codiciado ya que se obtenían beneficios, entre ellos, un parco mayor y los recortes de las hostias.
  • Veedores: encargados de la conducta y buenas costumbres tanto dentro de la escuela como fuera de ella.
  • Bedel: era el encargado de vigilar el estudio y las planas, además, estaba a cargo del puntero que debía limpiar y cuidar para entregarselo al profesor cuando fuera necesario.
  • Cruciferano: Ya fuera colegio laico o católico, los alumnos asistían a misa  y a los remates; debían salir en fila detrás de la cruz que era llevada por este alumno.
  • Porteros: Debían revisar las manos y cara de los alumnos al entrar a cada clase, que no llevaran barajas, trompos, tabaco, etc. y requisar lo que encontraran. Cabe señalar que eran fácilmente sobornables con los mismos artículos que debían evitar.

Horarios y días de clases

El horario de clases era desde las 8 a las 11 de la mañana y en las tardes de 2 a 5, pero se cambiaban los horarios de acuerdo a la estación, lo importante es que tuvieran de 2,5 a 3 horas en la mañana y el mismo tiempo en la tarde. Los días sábados, desde las 12 horas, tenían libre. Los domingos, evidentemente, no se estudiaba por ser día del Señor. Era importante que los profesores cumplieran con estos horarios, más allá de enseñar puntualidad con el ejemplo, era por la poca paciencia de los alumnos. Según cuenta Vicente Pérez Rosales en sus Recuerdos del Pasado, concurríamos temprano a las escuelas, y por poco que tardase en abrir el profesor, nos llamábamos a huelga, y sin más esperar, nos marchábamos al río a provocar a los chimberos(3) para decidir quién se quedaría dueño aquel día del puente de palo. En él y debajo de él, porque el río iba casi siempre seco, nos zamarreábamos a punta de pedradas y puñetes hasta la hora de regresar a nuestras casas, lleno el cuerpo de moretones  y la cabeza de disculpas, para eviat las consecuencias del enojo paterno, aunque siempre en vano, porque el palo del plumero nunca dejaba de quitarnos de las costillas el poco polvo que nos habían dejado en ellas los mojicones.

Respecto de los feriados, una crónica señala que, para el año 1803, se contaban cerca de 138 feriados (contados los domingos), algo así como un día de fiesta por dos hábiles. Si el feriado era católico, habría misa y procesión y si era feriado laico, se hacían desfiles e iluminaciones. Los comercios también cerraban en estas fechas.

Organización del aula

Adicional a la división de primera y segunda clase, el grupo era divido en dos bandas, Roma y Cártago que debían competir entre si. Y a tanto llegaba esta competencia, que casi diariamente, en las calles San Antonio entre Monjitas y Santo Domingo, se hacían guerras de piedras entre las distintas bandas.

Los días miércoles o sábados tenían lugar los remates, que eran certámenes orales entre las bandas de acuerdo a las lecciones recibidas esa semana. Podían ser públicos o privados. Generalmente, los sábados se hacían en lugares públicos como la Plaza de Armas, el atrio de la Iglesia, el mercado, etc. con el fin de edificar al pueblo i a los muchachos vagabundos y hacerlos comprender las verguenzas de la ignorancias i extimularlos al estudio, según el doctor Rodríguez, Director General de Escuelas en 1805. 

Los remates privados, un alumno de cada banda, en medio de la sala, se hacían preguntas sobre los contenidos tratados. Uno preguntaba y el otro contestaba, pero si demoraba en la respuesta o erraba, era castigado por el otro con el guante. Si la pregunta estaba mal hecha o quien preguntaba no sabía la respuesta, el maestro los corregía a ambos.

En los remates públicos, no se utilizaba el guante y se medía el éxito por los aplausos o pifias del público para las respuestas buenas o malas. Quien ganaba, tenía derecho a llevar el Vítor, una insignia que lo destacaba, en cambio, el que perdía, debía ponerse la Cola hasta la hora de volver a su casa.

La letra, con sangre entra

Los castigos eran variados y de distintos niveles, de acuerdo a la gravedad de la falta. Los más comunes eran:
  • La palmeta: tablilla redondeada, con mango y de una pieza llena de agujeros. El número de golpes dados dependía de la falta y se aplicaban en las palmas de las manos.
  • El guante: eran fibras de cáñamo retorcidas que se utilizaban igual que la palmeta.
  • El chicote: correa larga y nudosa con la que se latigaba a los alumnos.

La letra con sangre entra, cuadro de Goya
Además de estos, era usual utilizar como castigo el encierro, la postura de rodillas con ladrillos en las manos abiertas en cruz,los coscorrones, tirones de oreja y patillas, etc.

Una mala lección, falta de respeto o llegar tarde, eran causales de azotes (seis, ocho o quince azotes). La palmeta o el guante eran para faltas más graves pero podían cambiarse por azotes. Pero no se podía cambiar el guante durante los remates.

Palmeta de castigo
También estaban los premios por buenas conductas o metas logradas. Estos eran los parcos, cartones calados o dibujados que servían para rebajar la pena de algún castigo. Se otorgaban como estimulantes de buenas conductas, buenos servicios o lecciones bien aprendidas. Había un comercio clandestino de parcos en los establecimientos ya que, al momento del castigo, se podían presentar al profesor e intercambiar la pena por un número de estos. Hubo escuelas que, producto del mercado negro de parcos, comenzaron a hacerlos nominales. De todos modos, habían sentencias tan graves, que no había número de parcos suficientes para lograr rebajarla.


Mujeres, un adorno en el salón

Para terminar, debo decir que solo los niños iban a clases, las escuelas de mujeres no existían en esta época. José Miguel Carrera, en el año 1812 dispuso que los monasterios tuvieran escuelas para hombres y mujeres, seguramente influenciado por su hermana Javiera. La educación de las niñas se hacía en el hogar y algunas horas en los conventos, donde aprendían a leer y escribir rudimentariamente, economía doméstica, algo de música y religión. Según el pensamiento de esos años, una mujer no necesitaba nada más para su vida ya que estas virtudes realzaban su natural belleza.


(1) Cuadernillos con los contenidos que se impartían en las clases.
(2) Referencia a las familias adineradas que poseían caballos.
(3) Grupo de niños que vivían en La Chimba, rivera norte del río Mapocho. Los niños se agrupaban en Santiaguinos y Chimberos y hacían guerras entre ellos.


Fuentes: 
- Escuelas Públicas de Chile a fines de al era colonial. José Manuel Frontaura, 1892
- Recuerdos del pasado, Vicente Pérez Rosales, 1875
- Recuerdos de treinta años, José Zapiola, 1882

El día que Lord Byron estuvo en Chile (Parte III Final)

Ya estamos en Valparaíso, donde, como comentaba en la entrada anterior, nada más desembarcar, fueron rodeados por soldados chilenos bayoneta en mano por tratarse de prisioneros ingleses.

Fueron conducidos al gobernador de Valparaíso, que en esa época era apenas una caleta con un mercado y algunas casas en sus cerros. Era este un hombre egoísta, orgulloso, incapaz de tener en consideración siquiera la alimentación de sus prisioneros. Los envió a los calabozos con una ración de pan duro y agua durante todo el tiempo que estuvieron ahí.

Encarcelados en Valparaíso en pésimas condiciones

Unos días después, el capitán Cheap y su oficial Hamilton, consiguieron, al mostrar sus credenciales de oficiales, que se les trasladara a Santiago, pero Byron y Campbell continuarion en Valparaíso.  

En un país tan alejado del mundo, cualquier situación distinta es una novedad, por lo que ellos se transformaron en la noticia de ese momento. Las familias hacían fila para verlos de cerca, aunque estuvieran llenos de piojos, pulgas y desnutridos. Los soldados, por otro lado, aprovecharon esta situación como una oportunidad de mejorar sus ingresos y recibían los "aportes voluntarios" de los curiosos.  Al poco tiempo quedó de manifiesto el estado de alimentación deplorable que se les daba y, cuando el gobernador se negó a mejorarla, esos mismos curiosos, les regalaban comida y dinero a los prisioneros.

Pasadas las semanas, ellos también fueron enviados a Santiago, por lo que viajaron 5 días con un arriero que los dejó en las puertas del palacio del Gobernador, Capitán General y Presidente de la Real Audiencia, don José Antonio Manso de Velasco y Sánchez de Samaniego. Fue este unos de los grandes gobernadores de Chile. Se dedicó a fundar ciudades en el territorio, además de mejorar las condiciones urbanísticas de Santiago.  Fue tan bueno su trabajo, que luego de estar en Chile, fue enviado a Perú como Virrey. En este cargo estaba cuando ocurrió el Terremoto de Lima en 1746. Un fuerte movimiento, que mató a más de 5.000 personas y dejó solo 25 casas de Lima en pie. Pero Manso de Velasco se arremangó la chaqueta y puso manos a la obra. Su trabajo de reconstrucción fue reconocido incluso por el Rey otorgándole el título de Conde Superunda (sobre las olas). Este personaje muere en España, acusado de traición, luego de ser enviado como prisionero a Cádiz.  Por cosas del destino, cuando se le había autorizado el regreso a España, cuando la isla fue sitiada por los ingleses. Al ser el militar de más alto rango (con 74 años) toma el mando de la defensa pero, al no tener los medios para concretarla, tuvo que rendirse.

José Antonio Manso de Velasco Gobernador de Chile




El encuentro con nuestro protagonista fue antes de que sucedieran todas estas cosas, ya que fue justo el año anterior a su nombramiento como Virrey.

Decía que los había recibido en el palacio, José Manso de Velasco y fueron entregados al doctor Patrick Gedd, médico escocés que llavaba varios años en el país y que era muy apreciado por su condición de médico y además, se había casado con una chilena de gran fortuna.

Comenta Byron la belleza de Santiago, describiendo su clima y sus casas.  Le llama la atención que las edificaciones sean de un piso, pero entiende que no puede ser de otra forma considerando que somos un país sísmico y ya antes habian ocurrido eventos donde habían muerto muchas personas.

Según indica, es costumbre andar a caballo, ya que "tiene que ser un indio mui pobre el que no posea sus cuatro o cinco caballos, i no hai en el mundo mejores jinetes que los chilenos, lo que no es de extrañar porque jamás se resuelven a andar de a pié más de unas cien yardas. Estos hombres son tan diestros que recojen del suelo un guante o un pañuelo, yendo a todo el galope del caballo, ilos he visto montarse a la grupa de toros salvajes sinq ue todos los esfuerzos de la bestia los hayan podido voltear."

Respecto de las mujeres, si decía que en el sur eran bellas, acá señala que son "notablemente hermosas i mui extravagante para vestirse. Llevan sumamente largo el cabello, que es de lo más abundoso que se puede concebir, sin ponerse en la cabeza otros adornos que unas cuantas flores; se lo peinan atrás en cuatro trenzas que enroscan en una horquilla, la cual luce en cada estremidad una rosa de diamantes.  Su camisas están llenas de encajes, i sobre ellas se ponen un pequeño corpiño mui ajustado. Las basquiñas(1) son abiertas adelante i dobladas las faldas para atrás, i van adornadas comunmente con tres hileras de riquísimos galones de oro o plata. En el invierno se ponen una chaqueta de paño recamado de oro o plata, que en el verano es del lienzo más fino, cubierto de los más preciosos encajes de Flandes.  Las mangas de estas chaquetas son inmensamente anchas. Cuando el aire está mui frío, se echan encima una capa, que es solo de bayeta(2) de los más lindos colores, i toda rodeada de galones. Cuando salen de casa, se onen un velo arreglado de tal modo que se les ve un ojo. Tienen el pié mui chico, y se precian de esto tanto como los chinos.  Se calzan zapatos calados i recortados; las medias de seda, con adornos de oro i plata; i les gusta mucho dejar ver colgándole debajo de la basquiña el estremo de una liga bordada.  Andan con el pecho i los hombres mui escotados, i a decir verdad no cuesta mucho adivinarles las formas por su manera de vestir. Tienen lindos ojos chispeantes, un injenio mui listo, una gran fondo de bondad y una decidida disposición a la galantería."

Modo de usar el tapado muy popular en Chile pero más famoso en el Perú
En capital, es tratado como una visita ilustre más que como prisionero.  Si bien siguen siendo ingleses, quedan a cargo del médico escocés y con libertad de acción.  Durante dos años viven en Santiago, tiempo suficiente para aprender idioma y costumbres. Se les asigna, además, una asignación para sus gastos. Gracias a ese dinero, puede vivir los dos años que siguientes y antes de partir de vuelta a Londres, le hace un regalo al guardia de la cárcel de Valparaíso, en retribución por la amabilidad y preocupación que mostró con ellos durante el tiempo de su encarcelamiento.

Le llama mucho la atención las corridas de toros, aunque no son las primeras que ha visto, ya que ha visitado antes Lisboa. Pero, según dice, acá no se les pone nada a los cuernos de los toros para evitar que hagan algún daño, lo que convierte el espectáculo en un show de alto riesgo. 

Corridas de Toro, en Chile, se hacían en la Plaza de Armas


Comenta además que las mujeres, como salen poco de casa, aprovechan cualquier ocasión pública para hacer alarde de sus joyas y atavíos. Van a las corridas de toros a exhibirse, mismo caso que las procesiones de los santos que son muchas en nuestro país. Las muestras de devoción con dolor físico era común en esos días. "He visto a cincuenta i sesenta penitentes seguir estas procesiones; llevan unas largas vestiduras blancas, con gran cola, i altos bonetes(3) echados hacia adelante, que les tapan por completo la cara i que solo tienen dos agujeros para que puedan mirar por ellos; así es que nunca se les  puede reconocer. Van con las espaldas desnudas i se azotan con unas disciplinas(4) hasta que la sangre les corre por la larga cola."

Penitentes en de procesiones

Disciplina

Como es un extranjero, no se ve ajeno a las intrigas matrimoniales en un mercado exigente para las mujeres, ya que, producto de las guerras y condiciones laborales, la competencia es muy dura para conseguir marido. Pero logró salir soltero del país.

La comida le gusta mucho aunque asegura que debió acostumbrarse a lo condimentado de ella, porque "todo lo condimentan tan fuertemente con ají, que los que no están acostumbrados a él, sienten desde el primer bocado como un fuego que les queda abrasando el pecho más de una hora."

En diciembre de 1744 se embarcaron el Valparaíso en la fragata Lys, con rumbo a Europa. La travesía fue larga, ya que debieron viajar a Concepción a buscar provisiones, pero a los pocos días del zarpe, como iba la nave muy cargada, tuvieron que alejarse del convoy y devolverse a Valparaíso a arreglar el desperfecto.  Esto fue una suerte porque el resto de la caravana, fue atacada por piratas.

Para marzo de 1745 estuvo lista la fragata y ahora sí partieron sin problemas hacia Cabo de Hornos. En Julio de ese año se detienen en el Cabo Frances (República Dominicana) donde se unen a otra caravana y así poder navegar seguros de no ser atacados por piratas.

Llegados a Francia en calidad de prisioneros, tuvieron que esperar unas semanas, para que la Corte de España les diera la libertad.  Ya con los documentos listos, embarcaron en lo primero que encontraron que fue un buque holandés. Este capitán los engañó y partió sin avisarles destino, pero, en ese momento, aparece un navío inglés al que fueron transferidos.

Desembarcan en Dover, con nada de dinero y agotados por todo lo que les había sucedido, intentan llegar cada uno como puede a Londres.  Nuestro joven protagonista, agota un caballo de posta que no devolvió cuando correspondía para llegar a la casa desde donde había salido. Lamentablemente se encuentra con que su familia ya no vive ahi.  Sin un peso en el bolsillo, ni para pagarle al cochero que lo llevó a su casa, por un momento desespera. Pero no en vano pasó por tantas peripecias. Recuerda a un tendero que conocía de niño quien, al reconocerlo, no dudó en ayudarlo. Pagado el cochero y le informaron sobre su hermana que se había casado con un Lord. No fue reconocido por el mayordomo, pero a su insistencia, pudo ver a su hermana y al fin, estuvo de vuelta. Habían pasado cerca de 5 años.  


(1) Falda larga usada para salir de casa, confeccionada con muchos pliegues en la cintura para darle mucho ruedo en la parte de abajo, normalmente era negra, pero se usaba también en colores.
(2) Pieza de tejido de lana, tosca un poco afelpada en uno de sus lados.
(3) Sombrero en punta.
(4) Látigo de cuerdas entretejidas usadas por la Iglesia como martirio para el perdón de los pecados 

Fuentes: Relato del Honorable Lord Byron. Traducción José Valenzuela, 1901. 

El día que Lord Byron estuvo en Chile (Parte II)

En la entrada anterior, dejamos a nuestro protagonista, con 17 años, víctima de un naufragio en las costas de los Mares del Sur, cerca del Golfo de Penas.

Lugar donde encalló el Wager, en el Mar Austral de Chile

De una tripulación de 180 hombres, habrían de llegar solo 4 a la capital del Reino de Chile, en una travesía que demoró más de 10 meses solo hasta Chiloé, luego de eso, debieron viajar hasta Valparaíso y luego a Santiago. Revisemos.
  
El día 14 de Mayo de 1741, encallaron en la costa de alguna isla del Archipiélago de Guayaneco, con mar embravecido constantemente producto de las numeros tormentas que lo asolan todo el año. 

Restos del naufragio

Levantando precarios refugios con los restos de la nave que pudieron rescatar, los 180 hombres se prepararon como pudieron, no esperaban rescate de ninguna parte, así que el objetivo era salir de ahí.

Entre los cadavéres que flotaban en el agua, congelado y sin mayores esperanzas de encontrar comida, nuestro protagonista es comandado por el capitán para rebuscar en los restos del naufragio, lo que se pudiera rescatar de las provisiones o artículos que sirvieran para la expedición. El capitán Cheap quería llegar hasta Valdivia o Chiloé.

Vista actual de la Isla Byron


Es en este tiempo cuando tiene contacto por primera vez con algunos indígenas originarios de estas latitudes. Los chonos. Eran estos un pueblo nómade de las costas del sur de Chile.  Se supone que llegaron a este país alrededor de 5.000 A.C.. En estricto rigor, eran tribus que viajaban en grupos en los distintos archipiélagos del sur y al conjunto, se le dio el nombre genérico de Chonos. Cada grupo iba comandado por un cacique, que era el jefe de familia. Las mujeres estaban en una categoría inferior, dedicandose a la crianza de los hijos, mariscar y labores domésticas. El mayor adelanto tecnológico de los Chonos, eran sus canoas de madera de alerce, que les permitía una navegación rápida por los distintos lugares de las islas, además de transportarlas desarmadas cuando debían hacer el trayecto por tierra. En su calidad de nómades, también viajaban con sus casas a cuestas, que no eran más que estructuras de madera, que levantaban cuando la necesitaban y cubrían con pieles de lobos marinos, ramas de árboles y algas.

Viviendas de los chonos, quienes ayudaron a los ingleses a llegar a Chiloé

Lord Byron los describe de la siguiente forma eran de baja estatura, mui morenos i llevaban largos cabellos negros mui tiesos, que les colgaban a lo largo de la cara... Su vestido consistía únicamente en un pedazo de piel de algún animal, que les cubría la cintura i en una especie de tejido de plumas echado sobre los hombres..

Estos indígenes, peses a los problemas idiomáticos, auxiliarion con provisiones a los marinos y con buena intensión, tratar de ayudarlos. Pero algunos marinos, ebrios y hambrientos, atacaron a algunas mujeres y los indios se fueron.  Ya para entonces, había disminuidos a 100 hombres el contigente del naufragio. Algunos murieron de hambre, otros en peleas internas, otro muerto por el capitán para evitar un motín y un grupo decidió marcharse en canoa.

Cazadores nómades, vivían de la pesca y caza marina
Los ingleses comían lo que encontraban. Con el mar embravecido, no había muchos peces, así es que intentaban proveerse de mariscos y aves de mar, aunque siempre era insuficiente. Cazaban canquen, quentru y petirrojos cuando los pillaban.  Ocasionalmente, algunos indios chonos pasaban a dejarles perros y mariscos para su sustento.

Ya para Diciembre, eran apenas 20 hombres, considerando algunas muertes y un gran motin que dividió el grupo en dos. En Octubre, alrededor de 80 personas, partieron en embarcaciones que se habían hecho con los restos de la nave mayor, viajando en dirección sur hacia el Cabo de Hornos, y de esta forma, ocho meses después salvaron la vida llegando a Brasil. En cambio, los que se quedaron, se prepararon para viajar al norte. Lamentablemente, luego de varios meses y penurias sufridas, se devolvieron a su punto de partida, resignados a morir ahí. En el camino, perdieron una de las dos precarias embarcaciones que pudieron arreglar e incluso, debieron dejar algunos hombres en islas cercanas, ya que no podían viajar todos en el bote. Los dejaron sin comida ni expectativas de sobrevivencia. Hubo otros que murieron de hambre y cansancio. Era tal el nivel de hambre que pasaban, que en un momento se comieron los zapatos que llevaban puestos hechos con piel de foca y en otro, sufrieron una intoxicación por comer el hígado de unas focas que habían cazado.

Vista actual de la Isla Wager
Para contextualizar, debemos señalar que el lugar donde encallaron es bastante inhóspito. El archipiélago está ubicado en el mar austral de Chile, fuertes vientos soplan constantemente con una temperatura media de 9°C. Lluvioso casi todo el año  incluso en Febrero y Marzo que son sus mejores épocas. Fuertes marejadas y nevazones en un largo invierno. Los días despejados, se consideran un accidetente climático en este lugar. Líquenes y musgo crecen en las rocas desnudas. Los árboles presentan una formación boscosa tupida que los marineros no se atrevieron a explorar. Animales, casi no hay, salvo zorros y roedores pero en lo profundo de los bosques. En cuanto a las aves, se encuentran en la costa y es de donde más obtenían alimentos los ingleses, además de focas y nutrias cuando podían estar en el mar.


Finalmente, luego de varios intentos fallidos, contactan con una tribu de indígenas que tenía por jefe a un indio cristianizado que podía hablar algo de español. El ciirujano del barco, aunque muy enfermo y debilitado por el hambre, también entendía algo del idioma y logran un acuerdo para obtener ayuda.

Nuevamente se desgrana el grupo y hubo algunos que, aprovechandose de un indígena, lo secuestran y se marchan con la embarcación dejando apenas a 5 hombres, entre ellos, Byron.

En marzo de 1742, parten rumbo a Chiloé, sin provisiones, enfermos, desnutridos y llenos de piojos, solo con la poca ayuda que le daban los chonos que los llevaban. Según detalla Byron, estos no eran muy amables entre sí, menos aún con ellos, de hecho bastante violentos. Solo tenían en estima al capitán por ser él quien debía entregarle la recompensa al final del viaje, esto era, todos los restos que pudieran tener de artículos de hierro, muy valorado por ellos.

A punto de morir en varias ocasiones de hambre, atacado por los propios indios, de frío o simplemente, resignado a su suerte, todo cambia una vez llegan a destino. Llegan a Chiloé en Junio de 1742 y son entregados a una reserva india donde los alimentan y acogen muy bien. Pasan unas semanas con ellos mientras se envía el mensaje a los españoles que viven en Castro. Eran apenas tres. El cirujano no sobrevive a la enfermedad y el hambre y el teniente Hamilton prefirio quedarse solo en una isla a tener que compartir la canoa con el capitan Cheap. No volvieron a verlo hasta meses después.

Un piquete de soldados viajan a buscarlos para ser trasladados a la colonia. A raíz de la guerra entre Inglaterra y España, son tratados como prisioneros y encarcelados, aunque para ellos no es problema mientras tengan comida en abundancia y ropa de abrigo. De hecho, les regalan una camisa a cada uno, con lo que se consideran más dichosos que en mucho tiempo.

En suelo español la suerte les cambia. Se recuperan físicamente de todos sus males y son tratados, al principio con curiosidad, pero después fueron integrados a la comunidad, en espera del barco que los llevará a Valparaíso.

Nos presenta descripciones del pueblo natural de Chile donde se pueden apreciar la mezcla de costumbres: "Aquí se habla mucho la lengua india, aun entre los mismos españoles; dicen que la encuentran más bonita que su propio idioma. Las mujeres tienen la tez fina y muchas de son mui hermosas, tienen buenas voces i pueden puntear un poco en la guitarra; pero tienen la fea costumbre de fumar tabaco... no usan chimenea, sino que encienden fuego en medio de las piezas; en cada esquina hai agujeritos para dar salida al humo. Solo las personas acomodadas comen pan de trigo, grano que se produce poco y no hay molinos; hai gran abundancia de las patatas más hermosas del mundo; después de asadas en un rescoldo, las pelan y las sirven en las comidas en lugar de pan... En la isla no hai moneda corriente. Si una persona necesita unas cuantas yardas de lienzo, un poco de azúcar o tabaco o cualquiera de las cosas que vienen del Perú, da a cambio tantas tablas de cedro, tantos jamones o tantos ponchos"

Grabado de habitantes de Chile en 1786

Durante su estadía, fueron recibidos por el gobernador y lo acompañaron en su gira anual de las islas, en la que se informa del estado de las cosas bajo su autoridad.  En este tiempo le sucedieron varias cosas, entre ellas, el intento de un sacerdote de casarlo con su sobrina tentandolo con la dote que este rechazó, uno de los indios que los habían recibido primero en las islas iba a ser ajusticiado por el gobernador pero los ingleses pidieron por su vida y le fue perdonada, una mujer mayor que quería que se quedara a vivir con él porque lo quería como un hijo e incluso fue mirado con sospecha de hacer enojar a los santos, cuando no quiso besar unas estampas y justo se puso a temblar.  Para unas gentes supersticiosas, ignorantes y subordinadas a la religión, no había otra explicación más que la herejía para este tipo de eventos. Todo esto, con apenas 18 años.

Respecto de las mujeres, este observador extranjero nos cuenta que "rara vez acostumbran las damas de la primera sociedad ponerse medias i zapatos para andar por casa; de ordinario, las guardan para ponérselas en ocasiones particulares. Con frecuencia las he visto llegar a la iglesia, que está frente a la casa del gobernador, a pierna pelada, andando por el barro i por el agua; ponerse sus medias i zapatos a la puerta de la iglesia i quitárselos de nuevo al salir.  Aunque por lo jeneral son hermosas i tienes bonito cutis, muchas se pintan de una manera tan ridícula, que es imposible dejar de reírse en su misma cara cuando uno las mira."

En Diciembre llega el barco de Lima y en Enero parten rumbo a Valparaíso nuevamente con marejadas y clima complicado. Cinco días después, divisan la costa pero el mar no los deja ingresar al puerto. El buque era comandado por un español que, a voz de los ingleses, no sabía la menor cosa de asuntos del mar, pero el piloto, el contramaestre y su guardián, eran marinos franceses avezados. El resto de la tripulación, eran indios o negros esclavos que no dejaban subir a los palos para no ocasionar pérdidas de dinero a sus propietarios.

Vistas de Valparaíso. Rugendas. 1834

Uno de los pasajeros era el jefe de los jesuitas que, cuando supo que el mal viento no los dejaba terminar bien el viaje, "fue a su camarote a sacar la imájen de no sé qué santo, i pidió que la colgaran de las jarcias de mesana; una vez hecho esto, púsose a amenzarla con que iba a tirarla al agua si luego no teníamos buen viento".  El viento cesó y a la mañana siguiente anclaron en Valparaíso.

Vistas de Valparaíso. Rugendas 1834
 
Una vez pisaron tierra, fueron rodeados por soldados españoles y llevados a prisión en el puerto.  
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